Tal día como hoy, el 28 de mayo de 1785, Carlos III estableció la bandera rojigualda como nueva bandera de la Armada, declarándose bandera nacional el 20 de diciembre de 1843 por la reina Isabel II.
La bandera no fue diseñada por ninguno de nuestros monarcas, sino que fue un Almirante de Marina. Hablamos de Antonio Joaquín Valdés Fernández-Bazán y Quirós Ocio-Salamanca, o simplemente Antonio Valdés Fernández-Bazán.
Cito a Miquel Silvestre en Nómada en Sudamérica, o Diario de un Nómada para los lectores más antiguos: "Antonio Valdés Fernández Bazán tiene un retrato en el Museo Naval de Madrid. La mayoría de quienes lo visitan y ven en el cuadro el semblante pálido de un oficial de marina tocado con peluca empolvada y vestido de uniforme de gala carmesí, desconocen que su nombre salpica el mapa de América en dos lugares tan simbólicos y que fue responsable de que España tenga un pabellón rojigualda como bandera nacional."
Nació en Burgos el 25 de marzo de 1744 en el seno de una familia noble. Con doce años sería caballero de Justicia de la Orden de Malta. Con apenas 13 años obtuvo plaza de guardiamarina en el Departamento de Cádiz y con 17 años lo ascendieron a alférez de fragata.
Un año después, fue destinado a La Habana para defender el castillo del Morro en el ataque de los ingleses, cayendo prisionero, pero siendo trasladado a Cádiz.
El 17 de diciembre de 1767 fue ascendido a alférez de navío gracias a una acción bélica que le permitió recuperar una embarcación del enemigo.
Estuvo destinado en Algeciras, siendo su principal cometido combatir piratas berberiscos en el Mediterráneo, logrando en septiembre de 1767 el ascenso a alférez de navío gracias a la recuperación de un navío español.
En mayo de 1781, con 35 años, fue ascendido a brigadier (contralmirante) gracias a sus dotes de mando en navíos, divisiones, escuadras y arsenales. Ese mismo año, Carlos III le confió la dirección de la fábrica de artillería de la Cabada, tarea que desempeñó con tal eficacia que a finales del año siguiente fue ascendido a Jefe de Escuadra (almirante) y en febrero de 1783 fue nombrado inspector general de Marina.
En marzo de ese mismo, Pedro González de Castejón, secretario del Estado y del Despacho Universal de Marina, lo propuso para sucederle en el cargo, aceptando nuestro protagonista con recelo, pues se consideraba demasiado joven para ese cargo tan importante.
Valdés impulsó el desarrollo de la Marina en cuando a Náutica, Hidrografía y en Arquitectura.
Siendo conocedor la dificultad que tenían los navíos en identificarse en guerra, al ser el blanco uno de los colores predominantes en la mayoría de las banderas de la época, propuso al Rey Carlos III doce modelos con colores de mayor visibilidad en el mar, eligiendo el monarca, y cito nuevamente a Miquel Silvestre, "uno de colores amarillo y rojo y la elección se oficializó mediante un Real Decreto de 28 de mayo de 1785. De los barcos pasó a los cuarteles. Y cuando Napoleón invadió España, los rebeldes enarbolaron la insignia de modo completamente consuetudinario para enganchar a voluntarios que formaran la Milicia Nacional ante el colapso del ejército regular. Las Cortes de Cádiz la sumieron en 1812 y representó a partir de ese momento el sentimiento patriótico frente al invasor francés. Finalmente, en 1843, la reina Isabel II, hija del sátrapa absolutista Fernando VII, reconoció jurídicamente como bandera nacional la enseña del pueblo, respetada incluso por la Primera República."
Bajo el mando de Valdés, la Marina multiplicó el número de oficiales, contó con ochenta navíos, cincuenta y cuatro fragatas y numerosos buques de menor tamaño. Su buen hacer logró otro reconocimiento por parte del Rey, nombrándolo secretario de Estado y del Despacho Universal de Indias y dándole una plaza en el Consejo de Estado.
En 1789, con la llegada de Carlos IV al trono, fue ascendido a teniente general y al finalizar la guerra con Francia en 1792, se le concedió el rango de capitán general de la Armada con el fin de modernizarla igual que hizo con la Marina.
Su cargo y mando levantó muchas envidias, retirándose del cargo y volviendo a su natal Burgos.
La llegada al trono de Fernando VII en marzo de 1808, le llevó a ocupar un puesto en el Consejo de Estado. Con la invasión francesa ese mismo año, se convirtió en objetivo, enviando los franceses un división de doce mil hombres para capturarle, por lo que tuvo que huir a León y después a Gibraltar. Con la inminente retirada de las tropas francesas, se trasladó primero al Puerto de Santa María y en noviembre de 1813 a Madrid.
Al volver Fernando VII a España en 1814, volvió a ocupar su plaza en el Consejo de Estado hasta su muerte el 4 de abril de 1816 con setenta y dos años.
Antonio Valdés fue una persona admirada en vida, por lo que Salvador Fidalgo le dedicó el 15 de junio de 1790 la fundación de un puerto en Alaska, Puerto Valdés, hoy Valdez y Alejandro Malaspina una península en Argentina.