15/01/2025
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Destino Escocia 

Crónica del viaje en moto realizado entre los días 5 y 14 de agosto del 2024 desde Viladecans (Barcelona) hasta John o’Groats (Escocia.)

 

Introducción

La decisión de emprender este viaje que me haría cruzar Francia y Reino Unido surge como surgen muchas otras decisiones: 2024 es el año en el que he alcanzado la edad de los 50 y me apetecía realizar un viaje largo en moto por Europa, solo. A decir verdad, la idea inicial era alcanzar Cabo Norte, el punto más septentrional del continente europeo y un hito que vienen realizando muchos motoviajeros cada año. Pero lo cierto es que no disponía de tantos días para dedicarme a viajar solo en moto – hay obligaciones familiares que resultan ineludibles – motivo por el cual tuve que cambiar de idea y así surgió el reto de alcanzar John o’Groats, el punto más septentrional en el Reino Unido (aunque lo cierto es que este hito corresponde a Dunnet Head, en Thurso, si bien, la mayoría de rutas suelen finalizar en el icónico poste de John o’Groats.)

Una vez decidido el destino, al leer información sobre la zona di con la “North Coast 500”, una ruta panorámica de algo más de 500 millas que recorre las Tierras Altas de Escocia con inicio y fin en la localidad de Inverness. 

Hay que decir que esta no es una ruta histórica como podría ser la famosa Ruta 66 que recorre EEUU de este a oeste. Esta ruta, como tal, se difundió en marzo del año 2015 por las autoridades de Escocia con el objetivo de promocionar turísticamente los diferentes condados de las Highlands (Tierras Altas) y ha ido alcanzado cierta fama entre moteros/as y ciclistas hasta el punto de ser considerada una de las cinco mejores rutas costeras del mundo e incluso ser llamada como la Ruta 66 de Escocia. 

Decidido el destino, lo siguiente sería buscar una fecha que encajara con mi período de vacaciones estivales y las mencionadas obligaciones familiares. Por ello planifiqué realizar esta ruta de algo más de 6000 kms en 10 días, concretamente, entre los días 5 y 14 de agosto. 

 

Día 1. Viladecans – Bourges (Francia.) 814 kms.

Eran las 7:00 h. de la mañana cuando la alarma de mi móvil sonó despertándome de mi sueño. El día anterior había llenado hasta el tope el depósito de gasolina de mi Husky (una Norden 901 adquirida en diciembre del 2023) y la había pertrechado debidamente con 2 maletas laterales y una bolsa sobredepósito. Tras la ducha vespertina de rigor y vestido con traje de cordura de dos piezas, tomo un café antes de iniciar la ruta y me despido de mi mujer e hijas. Por delante, me esperaba una jornada tediosa en la cual empezaría a cruzar Francia hasta Bourges, localidad a medio camino entre mi domicilio y Coquelles, población cercana al Eurotúnel desde donde se cruza el canal de la Mancha por el lado francés.

Jornada muy dura debido a las retenciones habituales en la AP-7 a su paso por el Vallés Occidental y a las altas temperaturas producidas por la canícula veraniega.

Tras un breve refrigerio en un área de servicio francesa llego al peaje de Béziers y surge el primer contratiempo: al abrir la bolsa sobredepósito de la moto compruebo horrorizado que he perdido el tiquet de la autopista. Llamada de rigor a través del interfono y tras una breve explicación al operario de turno, me marca el importe correspondiente, pago con mi tarjeta y cruzo la barrera. 

Tramo de enlace hasta la autopista A-75 que no abandonaría ya hasta llegar al hotel de destino a las afueras de Bourges, alrededor de las 18:30 h., tras más de 10 horas de viaje. En este tramo pude cruzar y parar para fotografiar el Viaducto de Millau, un puente atirantado que permite superar una brecha de 2.460 metros de longitud sobre el río Tarn, alcanzando una altitud de 343 metros en su punto más alto, lo que le convierte en el puente más alto del mundo. Se dice que el viento puede llegar a soplar a más de 200 km/h. El calor comportó que no hiciera casi nada de viento ese día lo que me permitió disfrutar del placer de cruzar esta obra de la ingeniería civil con mi moto. 

 

Día 2. Bourges (Francia) – Coquelles (Francia.) 530 kms. 

Al igual que en el día anterior, la jornada empezaría temprano con el fin de aprovechar las horas de menos calor. Tras disfrutar del típico desayuno francés (café con leche, cruasán con mermelada y zumo de naranja) inicio la ruta con destino a la localidad de Coquelles, localidad más cercana al acceso al Eurotúnel. 

En esta ocasión la jornada iba a transcurrir, principalmente, por carreteras nacionales y secundarias. Los primeros kilómetros transcurren por las carreteras D944, D7 y D83, unas carreteras que en la mayor parte de su recorrido cruzan bosques, pequeñas poblaciones y anuncios de châteaux cercanos y que me hicieron casi agotar el nivel de reserva de la moto dada la inexistencia de gasolineras donde poder alimentar a mi Husky. Menos mal que la Diosa fortuna siempre acompaña al viajero y al alcanzar la población de Isdes pude repostar en un pequeño surtidor anexo a una cadena de supermercados de proximidad, ubicado en la misma acera.

Tras llenar hasta los topes el depósito de la moto, prosigo la marcha por la carretera D83 en dirección a Versalles, pues tenía intención de visitar sus jardines y su palacio. En el trayecto, las indicaciones que te dirigían hacia los diferentes castillos que se ubican en el Valle del Loira son una tentación para el viajero. No obstante, no quería demorar mucho mi llegada a destino y decidí proseguir mi ruta hasta que un cartel que anunciaba la ciudad medieval de Dourdan me hizo interrumpir la marcha y realizar una parada para visitar la localidad.

La villa medieval de Dourdan se emplaza a orillas del río Orge y tiene un gran patrimonio arquitectónico que es testigo de su esplendoroso pasado de ciudad real y capital de Hurepoix.

Tras alcanzar la villa medieval, lo primero que llama la atención es la plaza del mercado, a cuyo lado se sitúa la iglesia gótica de Saint-Germain-l’Auxerrois, construida entre los siglos XIII y XV. Frente a la plaza, el Castillo de Dourdan, una fortaleza militar edificada en el siglo XIII por orden de Felipe Augusto para defender y simbolizar el poder real. La edificación se compone de un castillete fortificado construido sobre una planta cuadrangular jalonada por torres y rodeada de fosos secos y un torreón aislado de forma cilíndrica. 

Saciada mi curiosidad por el rótulo que invitaba a visitar la villa medieval, reanudo la marcha con destino a Versalles. Este nuevo tramo de carretera vuelve a discurrir por los bosques del parque natural del Valle Alto de Chevreuse, lo que hace que el trayecto sea una delicia para los sentidos.

Una nueva construcción en el camino llama mi atención obligándome a detener la marcha para realizar unas fotografías para el recuerdo: el Palacio de Dampierre, una edificación de estilo barroco francés que data del siglo XVII y que recuerda al Palacio de Versalles que tenía previsto visitar. 

Tras unos tramos de curvas reviradas, unos kilómetros más adelante nos adentramos en la ciudad de Versalles, municipio perteneciente a la región de Île-de-France muy cercano a París. Al llegar a las inmediaciones de la calle que da acceso al Palacio un cordón policial me impide el paso. La celebración de las pruebas de hípica correspondientes a los Juegos Olímpicos en los jardines del Palacio veda cualquier posibilidad de visitarlo. Tras pelearme con el gps para volver a encontrar la ruta correcta, consigo finalmente reemprender la marcha dirección a Beauvais

La canícula y el alto tráfico de esas horas en los alrededores de París me obligan a detener la marcha y buscar acomodo en un restaurante de un centro comercial donde poder comer alguna cosa y refrescarme. Ya descansado, desviaciones en la carretera provocan que transite en círculos por una misma población, lo que, unido al bochorno provocado por el fuerte calor, hace modificar mis planes y coger la autopista hasta destino, abandonando mi intención inicial de rodar por la carretera costera que une las poblaciones de Boulogne-sur-Mer y Coquelles y en la cual tenía previsto parar para fotografiar alguno de sus faros. Tras llegar a Coquelles, registro en el hotel que había reservado, ducha, cena en un restaurante de una conocida cadena que había en las proximidades del hotel y a descansar, no sin antes aprovechar para llenar el depósito de la Husky en una gasolinera low cost de la zona. 

 

Día 3. Coquelles (Francia) – Leeds (Inglaterra.) 564 kms. 

A las 08:48 h. tenía previsto cruzar el Canal de la Mancha con el shuttle que recorre el Eurotúnel. Dado que aconsejaban acceder a la terminal con antelación suficiente, decido levantarme temprano y, tras desayunar un café con leche, un cruasán con mermelada y zumo de naranja, pongo rumbo hacia el acceso al Eurotúnel, que estaba a tan solo 15 minutos del hotel. 

A decir verdad, esta era una de las cosas que me ponía más nervioso al inicio del viaje dado que era la primera vez que iba a utilizar el servicio, no obstante conocer su funcionamiento por los vídeos de otros motoviajeros.

La realidad es que todo el trámite de acceso al shuttle es mucho más sencillo de lo que uno se imagina. Primero se llega a un control de acceso automatizado en el cual, tras indicar tu código de reserva, la máquina te facilita la tarjeta de embarque y se abre la barrera que da acceso a la terminal. La terminal es como cualquier otra que hayamos podido visitar, sea en estaciones de tren, puertos o aeropuertos: una gran sala con servicios de restauración, tiendas, servicios y paneles informativos en los que se indica la hora prevista para el embarque de cada shuttle. Antes de acceder a la zona de embarque hay que pasar un doble control de aduanas (francesa e inglesa) y luego ya se accede al carril correspondiente a tu shuttle

El shuttle se asemeja a un vagón de metro al cual accedemos con nuestro vehículo. Si bien, no dispone de asientos. El trayecto dura escasamente 35 minutos tras los cuales estamos ya en territorio inglés. 

Ese día compartimos vagón únicamente 3 motoviajeros: un inglés que viajaba con una custom y un italiano, de Venecia, con el cual pude charlar un rato y que viajaba con una África Twin hacia Escocia también, aunque realizando una ruta diferente a la que yo había previsto y con más días. Ya fuera del shuttle, varios carteles recuerdan que en el Reino Unido se conduce por la izquierda. 

Mi siguiente parada prevista para esa jornada era Canterbury. Los primeros kilómetros en el Reino Unido fueron por una carretera secundaria que transcurre por la campiña inglesa y en la que las copas de los árboles ubicados a cada lado de la calzada forman túneles naturales. Estos primeros kilómetros me sirvieron para acostumbrarme a conducir por el carril izquierdo (todavía tengo presente en el recuerdo la extraña sensación que me producía ver a los vehículos que circulaban en sentido contrario por mi derecha.) 

Tras un breve trayecto de unos 40 minutos llego al centro de Canterbury. Canterbury es una ciudad perteneciente al condado de Kent famosa por su catedral, declarada Patrimonio de la Humanidad y por ser la sede del Arzobispo de Canterbury, líder espiritual de la iglesia anglicana. Tras aparcar mi Husky en un aparcamiento público cercano – en todas las poblaciones del Reino Unido, cerca de los lugares de interés encontraréis zonas de aparcamiento gratuitas reservadas para motocicletas, llamadas bays – me dirijo hacia la catedral por la calle Burgate, una calle peatonal que recuerda el pasado medieval de la ciudad: edificios bajos con tejados a dos aguas y grandes ventanales de madera.

Una pequeña edificación al inicio de la calle nos informa que su construcción data del 1550 (siglo XVI.) En el trayecto hacia la catedral, merece la pena detenerse a contemplar otros edificios como la Iglesia católica de Santo Tomás de Canterbury y la Torre de Santa María Magdalena. Esta torre, construida en el año 1503, es el único resto que queda de la antigua Parroquia de Santa María Magdalena, demolida en el año 1871. 

Unos metros más adelante, una columna en el centro de la calle, frente a la puerta de acceso a la catedral, conmemora las víctimas de la Primera Guerra Mundial. Ya en el interior del recinto de la catedral, pude disfrutar de la belleza de esta gran obra arquitectónica e inmortalizar el momento con las fotografías de rigor. 

Finalizada la visita a Canterbury, el siguiente destino de la jornada sería la ciudad de Cambridge, a unas 2 horas de camino por vías rápidas en las que crucé Londres por su lado este. Cambridge es una ciudad capital del condado de Cambridgeshire, a orillas del río Cam del que toma su nombre (Cam-bridge), conocida en todo el mundo por ser sede de una de las universidades más importantes. Al igual que en Canterbury, pude aparcar mi moto sin problemas en una zona reservada frente al museo Fitzwilliam, ubicado en la avenida principal que da acceso a los diferentes colleges. Esta es una visita que me sorprendió gratamente y dediqué más tiempo del que había previsto: la ciudad es un hervidero de estudiantes y profesores que transitan a pie o en bicicleta, locales de restauración, …, y sobre todo impresionantes edificios que albergan los 31 colleges que componen la Universidad: el King’s College; Trinity College; …

Tras más de 2 horas disfrutando de la ciudad y tras comer un sándwich de pavo en el Little Rose, nuevamente reanudo la marcha a mi siguiente destino, Lincoln, también por vías rápidas. 

Lincoln es un destino al que no habría ido si no es por un vídeo que vi en el Instagram® de Rafa, de RaFast and Furious, un conocido motovlogger al que pude conocer personalmente este año en la concentración invernal de La Leyenda Continua, en Cantalejo, y que este pasado verano ha estado de ruta por el Reino Unido. 

Esta ciudad, capital del condado de Lincolnshire, es conocida por su villa medieval y su catedral, dedicada a la Virgen María. La Catedral de Lincoln, que fue reconstruida en el año 1185 tras un incendio y un terremoto, está coronada por una torre de 160 metros que, en su momento, fue la edificación más alta de Europa. Su interior impresiona por ser muy diáfano, salvo la parte central donde se ubica el coro, así como por la espectacularidad de sus vidrieras.  Cómo dato curioso, en esta catedral están sepultadas las vísceras de la Infanta Leonor de Castilla, casada con el Rey Eduardo I de Inglaterra. En 1290, tras el fallecimiento de Leonor, el Rey Eduardo I decidió honrar su memoria con un fastuoso funeral y decidió embalsamar su cadáver. El proceso de embalsamiento incluía la evisceración. Si bien las vísceras de Leonor reposan en esta catedral, su cuerpo está enterrado en la Abadía de Westminster, junto al resto de reyes de Inglaterra. En la fachada exterior de la catedral existen dos estatuas identificadas como Eduardo y Leonor. 

Tras finalizar la visita de la catedral y la villa medieval, pongo rumbo hacia la ciudad de Leeds en la cual había reservado hotel para pernoctar, dando así por finalizada esta tercera jornada, primera en territorio británico. 

 

Día 4. Leeds (Inglaterra) – Craig Park House (Caldercruix, Escocia.) 400 kms. 

Esta sería la jornada más corta del viaje dado que tenía como objetivo visitar la Capilla de Rosslyn y el centro histórico de Edimburgo.

El día no empezó con buen pie. La tarde anterior, había dejado aparcada la moto en el parking concertado por el hotel. Dado que el sensor de la barrera de acceso al parking no detectaba la moto, la máquina no me expidió el tiquet. Un operario se acercó y me facilitó un tiquet en el cual había escrito a mano la matrícula de la moto y la hora de acceso. Pues a la hora de abonar el tiquet … la máquina no lo reconocía. Intento solucionar la incidencia con un operario mediante el telefonillo de la propia máquina de pago, pero tras más de 30 minutos de charla – incluso un usuario del parking que era de Leeds tampoco fue capaz de entenderse con el operario -, me harto y dado que la barrera sólo cubre medio acceso, me hago un “simpa” en toda regla. No es algo de lo que me sienta orgulloso. Mi voluntad era abonar el tiquet, pero el operario no era capaz de resolver el problema a distancia y tampoco había otros operarios en el parking. Cosas del teletrabajo y la nueva moda de aversión a la presencialidad.

Solucionado el contratiempo, pongo ruta hacia la Capilla de Rosslyn. Tras un buen trecho por vías rápidas, pasado Sunderland el resto de la ruta transcurre por carreteras secundarias donde, nuevamente, pude gozar de los paisajes de la campiña inglesa: campos verdes que sirven de pasto a ovejas lanudas, terneras y caballos. 

Pocos antes de llegar a la población de Coldstream un cartel situado en el lado derecho de la carretera nos da la bienvenida a Escocia. Me hubiese gustado detenerme para hacerme una foto con la Husky, pero la falta de arcén y el hecho de que me precedían más vehículos, me hizo desistir de la idea. 

Coldstream es una bella localidad del sureste de Escocia. El acceso a la villa por la carretera sur (A698) ofrece una estampa de cuento: el río Tweed a la izquierda en el que un par de vecinos pescan con su barca; el campanario de la iglesia y la población al fondo y un monumento en forma de columna dedicada a un político liberal escocés, Charles Marjoribanks, que fue diputado de la cámara de los comunes en el 1832. Decidí aparcar la moto para descansar, contemplar el paisaje y tomar unas fotografías para el recuerdo.

Reinicio la marcha y, siempre ya por carreteras secundarias, no me volvería a parar hasta el siguiente destino: la Capilla de Rosslyn, que me recibiría con las primeras gotas de lluvia del viaje.

La Capilla de Rosslyn es un pequeño templo de mediados del siglo XV fundada por William Sinclair I, Conde de Caithness, una familia noble escocesa descendiente de caballeros normandos y que debe su fama, en gran parte, al libro y película del Código Da Vinci, en la que se relaciona este bello templo como lugar de culto de los caballeros templarios y que albergaba el Santo Grial. Su interior es si cabe más bello que su exterior: techos, bóvedas y columnas ampliamente decoradas con relieves con simbología no sólo religiosa sino también pagana. Entre los relieves, podemos observar al hombre verde, mazorcas de maíz o incluso a Lucifer, el ángel caído. 

Tras aprovechar la parada para comer la versión escocesa del bacon con queso en la cafetería de la capilla, reinicio la marcha con destino a Edimburgo, a unos pocos kilómetros, si bien el tráfico existente a esas horas del día hizo que el trayecto se prolongase algo más de esperado.

Ya en las calles del centro de Edimburgo, me dirijo hacia una zona de aparcamiento gratuita para motos, cercana al castillo, donde dejaría estacionada por unas horas mi Husky.

Tras andar unos pocos metros por la calle de John Terrace y subir unas escaleras, accedo a la explanada del Castillo de Edimburgo, que en el mes de agosto está equipada con gradas alrededor con motivo de la celebración del Royal Militar Tattoo, un festival de música con bandas militares de todo el mundo y que tiene lugar todos los años, prácticamente todos los días del mes. 

Edimburgo en agosto es un hervidero de gente pues, además del citado festival, tiene lugar también el festival de artes y que convierte las calles de la ciudad durante tres semanas en un escenario al aire libre en el cual se celebran espectáculos de música, teatro, danza y comedia.

Ese día no era una excepción y la “Royal Mile” – nombre que recibe la avenida que une el Castillo de Edimburgo con el Palacio Holyroodhouse y que mide exactamente 1 milla escocesa (1,8 km.) – estaba repleta de gente que contemplaba los espectáculos que ofrecían artistas callejeros. Aproveché la ocasión para disfrutar de alguno de los espectáculos, visitar los principales edificios de la Royal Mile como la catedral de St. Giles, el antiguo edificio del Ayuntamiento o el Tribunal Supremo y adquirir en un establecimiento de regalos una pegatina con la cruz de San Andrés, que corresponde a la bandera de Escocia y que pondría más tarde en una de las maletas de la moto para recordar el viaje.

 Dado que la climatología apuntaba a lluvia, tras unas horas disfrutando del centro histórico de Edimburgo decido regresar al bay donde tenía aparcada mi Husky para poner rumbo hacia el Bed and Breakfast que había reservado para pernoctar, a unos 25 minutos de distancia. Para mi desgracia, la climatología no se contuvo lo suficiente y tuve que realizar todo el camino con un fuerte aguacero. Al llegar a destino, una buena ducha caliente y ropa seca me repusieron por completo. Pizza para cenar que solicité mediante Uber eats y a descansar hasta la jornada siguiente.

 

Día 5. Craig Park House (Caldercruix, Escocia) – Greenland House (Castletown, Escocia.) 560 kms.

El día comenzó con susto. Al intentar sacar la moto del garaje que los anfitriones de la casa me habían cedido para resguardarla de la lluvia, el suelo de gravilla, muy resbaladizo por la lluvia caída durante la noche, hizo que perdiese el equilibrio, resbalase mi pie izquierdo y la Husky se fuera al suelo. Fue una caída sin consecuencias (salvo una pequeña marca en una de las defensas, prácticamente imperceptible) por fortuna. Agradecer también a Billy, el anfitrión de la casa, su ayuda para levantar la moto. Repuesto del susto, procedo a dirigirme al comedor de la casa para disfrutar del copioso desayuno tradicional escocés preparado por Kay: salchichas, panceta, morcilla, scones de patata, un huevo frito y alubias estofadas en salsa de tomate.

Tras finalizar el desayuno, me despido de los anfitriones de la casa y pongo rumbo dirección a Stirling, donde tenía previsto visitar el Monumento Nacional Wallace, que conmemora a William Wallace, un héroe escocés que en el siglo XIII luchó contra el Rey Eduardo I de Inglaterra en la Guerra de la Independencia de Escocia. Superado el tráfico de primera hora de la mañana de los alrededores de Edimburgo, llego a Stirling a una hora demasiado temprana, las 09:00 h. Dado que el acceso al monumento no se abría hasta las 09:30 h. y dado que, desde la zona de aparcamiento hasta alcanzar la colina donde se ubica el mismo hay que andar un buen rato, me conformé con hacer una foto desde el parking y reemprender la marcha con destino a Inverness. El objetivo de esa jornada era llegar a John O’Groats y no quería que se hiciese muy tarde, motivo por el cual tuve que desistir de la idea inicial de visitar el monumento.

La carretera entre Stirling y Inverness (A9) es una autovía que en muchos tramos dispone de un único carril y es la carretera principal que une el centro de Escocia con las Tierras Altas. Poco a poco el paisaje se torna cada vez más verde y conducir por ella resulta placentero para el viajero en moto. Eso sí, carece de áreas de servicio y tuve que andar muchos kilómetros hasta dar con el Ralia Cafe, un curioso establecimiento frecuentado por moteros y viajeros y que cuenta en su exterior con una estatua de bronce de una Highland Cattle, la raza de ternera autóctona de las Tierras Altas. Durante la parada pude charlar un rato con un par de moteros procedentes de Kirkwall, una isla más al norte de John O’Groats y que iban de ruta de fin de semana a Saint Andrews

Tras la pausa del café, reemprendo la marcha por la A9 con dirección a Inverness, ciudad a la que llegaría una hora más tarde y en la que aproveché para llenar el depósito de la Husky y recorrer las calles principales de la ciudad. 

Inverness es la capital de las Tierras Altas y se ubica en la desembocadura del río Ness en el fiordo de Moray. Merece la pena visitar su castillo – visita que tampoco pude realizar al estar cerrado por obras y no se prevé su reapertura al público hasta el 2025 – y pasear por la orilla del río Ness. Para los entusiastas de Outlander, no busquéis el famoso monumento donde se ubica el Bed and Breakfast. Las escenas de Inverness en la serie corresponden a la población de Falkland, cercana a Edimburgo. 

Tras realizar unas fotos del castillo y del río, retomo la marcha hacia Beauly, donde quería visitar las ruinas de su Priorato. El trayecto en su mayor parte transcurre a orillas del Lago Ness, lo que convierte la ruta en un agradable paseo y es punto de inicio/fin de la North Coast 500.

La fortuna no estaba esa jornada de mi lado y al llegar a Beauly tampoco me fue posible visitar las ruinas del Priorato al estar también cerrado al público por obras. Así que la siguiente parada en la ruta sería ya en John O’Groats, unas horas después. 

El trayecto entre Beauly y John O’Groats, la NC500 discurre en su totalidad en paralelo a la línea de la costa del Mar del Norte, que queda a la derecha en el sentido de la marcha. A la izquierda, el paisaje lo forman valles y bajas colinas que sirven de pasto a rebaños de ovejas, principalmente, y terneros. A la derecha, playas y castillos a los que me hubiera gustado parar para poder realizar una visita.

Tras casi 3 horas alcanzo por fin la localidad de John O’Groats. Por error, lo primero que visité no fue el icónico poste que anuncia la distancia de este punto con otras ciudades importantes del mundo sino el faro de Duncansby Head, al que se accede por una estrecha carretera asfaltada.

Además del faro, el lugar es conocido por ser residencia de colonias de aves marinas y focas, si bien, en el momento en el cual lo visité no tuve la suerte de ver a ninguna foca.

Tras realizar unas fotos de rigor y estudiar el mapa en el teléfono móvil, me dirijo, ahora sí, hacia el icónico poste al que subí la moto para hacer una foto e inmortalizar el momento. Conseguido el principal objetivo del viaje, decido festejarlo con una buena cerveza escocesa y una bolsa de chips en un pub cercano: el John o’Groats Brewery (the Last Pub), establecimiento que elabora su propia cerveza.

Disfrutado el momento y tras enviar fotos del poste a familiares y amigos, decido que es hora de poner rumbo a Castletown, a 15 minutos, donde está ubicado el establecimiento al cual iba a pernoctar esa noche: Greenland House

Llega así el final de una larga jornada en la que dormí con la satisfacción de haber conseguido el reto propuesto y que marcaba el ecuador de mi viaje. A partir del día siguiente iniciaba ya el regreso al hogar. 

 

Día 6. Greenland House (Castletown, Escocia) – Ledgowan Bunkhouse (Achnasheen, Escocia.) 480 kms.

Esta iba a ser una jornada de contrastes: probablemente la parte de la NC500 que transcurre por lugares de mayor belleza a nivel paisajístico y tramos de carretera más revirados y que no pude disfrutar en su plenitud por las condiciones meteorológicas de ese día. Salvo unos primeros kilómetros en los que los que la jornada transcurrió sin lluvia, tras salir de la localidad de Thurso durante el resto del día me acompañarían la lluvia, el frío, rachas fuertes de viento que hicieron tambalear la moto en más de una ocasión y niebla.

En este tramo la NC500 se torna sinuosa y transcurre por medio de colinas, siempre en paralelo a la línea de la costa del Mar del Norte, permitiéndonos disfrutar de ensenadas, playas salvajes y castillos en ruinas. 

Las poblaciones por las que transcurre la NC500 en este primer tramo son un conjunto de casas aisladas y no abundan sitios donde poder parar a tomar un café o comer algo. 

Tras un breve descanso para tomar un capuccino bien caliente y socializar con un cicloturista que realizaba la ruta en sentido contrario – realmente siento admiración por este colectivo - reemprendo la marcha. Al poco, en un cercado junto a la carretera, tengo la suerte de poder ver pastando a un pequeño rebaño de auténticas vacas autóctonas de las Tierras Altas, con su característico flequillo y manto de pelo largo, motivo por el cual decidí detener mi marcha para hacer la fotografía de rigor.

El mal tiempo y las ganas de avanzar para llegar al siguiente lugar de pernocta comportaron que no me detuviese a ver las localidades de Durness y Ullapool, lugares que tenía señalados en mi plan de viaje para visitar. No obstante, los paisajes por donde transcurre la NC500 resultan suficientes para disfrutar de la jornada. En ocasiones, se asemeja a los fiordos noruegos, a la estepa siberiana o la Tierra Media.

Tras alcanzar Shieldaig, un cartel en la carretera ofrece dos opciones para ir hacia Applecross: ruta paisajística o ruta corta. El track que había dibujado pasaba por la ruta paisajística, así que, a pesar de la lluvia, decidí seguir con el plan inicial. 

Este tramo es una carretera estrecha en la que se sube y se desciende una montaña. El paisaje es espectacular y, con más tiempo, aconseja parar tu vehículo y andar por alguno de los caminos. La estrechez de la carretera se soluciona con la presencia de múltiples apartaderos en los cuales detenerse para permitir el paso de los vehículos que circulan en sentido contrario.

Al finalizar este tramo alcanzamos la playa de Applecross, cuya arena presenta a esa hora del día una tonalidad rosada que únicamente rompe el verde amarillento de los matojos de hierba.

Algún kilómetro después, un cartel nos indica el desvío hacia otro de los hitos de la NC500: la complicada carretera de Bealach na Bà.

Se trata de una sinuosa carretera de vía única que atraviesa las montañas de la península de Applecross. El paso de montaña de Applecross fue construido en 1822 y su diseño recuerda a las carreteras que atraviesan los grandes pasos de montaña de los Alpes: curvas muy cerradas y pendientes que alcanzan un desnivel del 20%. La carretera es tan estrecha que un cartel al inicio de la ruta indica que no está permitida para autocaravanas. 

Creo que esta es una de las ocasiones en las que más miedo he pasado en moto en mi vida: a medida que la carretera ascendía la presencia de la niebla era cada vez mayor y en el punto más alto era literalmente imposible ver más allá de 1 metro. Tuve suerte que no me crucé con muchos coches en sentido contrario, pues en algún punto poder avanzar se habría convertido en una auténtica epopeya. Al alcanzar la cima, un grupo de ciervos que pastaban tranquilamente reconfortan el ánimo. El descenso, ya sin niebla, es una sucesión de tornantis imposibles y con un fuerte desnivel.

Al finalizar la carretera, puse rumbo hacia Locharron, localidad en la aproveché para comprar algo para cenar en un pequeño supermercado y que comería poco después en el lugar de pernocta escogido, unas millas más adelante, un anexo del lujoso Ledgowan Lodge Hotel, finalizando así una dura jornada.

 

Día 7.   Ledgowan Bunkhouse (Achnasheen, Escocia) – The Stork Hotel (Lancaster, Inglaterra.) 598 kms.

Tras un sueño reparador y tras disfrutar nuevamente de un copioso desayuno escocés, reinicio la marcha hacia Inglaterra, de regreso ya hacia mi hogar.

En el primer tramo de la ruta la carretera discurre por arboledas y lagos de diferente tamaño que son reserva de muchas especies de aves.

Tras unos 50 minutos, llego al Castillo de Eilean Donan, lugar de parada obligatoria y en el cual me detengo para contemplar tan magnífica edificación y realizar unas fotografías. Por cierto, el parking es gratuito para las motocicletas.

El Castillo de Eilean Donan es una pequeña fortaleza situada sobre un islote en uno de los lados del lago Duich y que sólo es accesible, por tierra, a través de un estrecho puente de piedra. 

La fortaleza data del 1220 y fue construida por orden del rey Alejandro II de Escocia sobre las ruinas de un antiguo fuerte usado por los pictos para defenderse de las incursiones vikingas. 

La historia de la fortaleza tiene relación con nuestro país. En 1719 fue ocupada por una expedición española que tenía como objetivo levantar militarmente a los escoceses contra la Corona Inglesa. La ocupación fue breve y tras poco más de un mes 3 fragatas inglesas consiguieron penetrar en el lago Alsh, bombardeando masivamente la fortaleza hasta conseguir la rendición de las tropas españolas.

En el día de hoy, el Castillo de Eilean Donan es uno de los lugares más visitados de Escocia y es residencia oficial del Clan MacRae. Además, ha aparecido en conocidas películas como “Los Inmortales” o “Braveheart.”

Tras reiniciar la marcha, el siguiente punto en el que tenía previsto parar era la localidad de Fort William, población en la que se ubica la destilería de Ben Nevis y el viejo castillo de Inverlochy.  El navegador me gastó una mala jugada y en vez de llevarme hacia el viejo castillo me llevó hacia “Castillo de Inverlochy”, un hotel de lujo que bien mereció una parada para realizar unas fotografías e inmortalizar el momento.

Al reemprender la marcha viviría el momento de mayor peligro en todo el viaje. A pesar de llevar varios días conduciendo en sentido contrario, mi cerebro debió sufrir algún tipo de desconexión y al oír el mensaje del navegador de: “Gire a la derecha y reincorpórese a la carretera”, hice esto mismo: girar a la derecha y reincorporarme, pero al carril derecho de la carretera, momento en el que una furgoneta circulaba por su carril, quedándome literalmente bloqueado ante esta situación, sin capacidad de reacción. Gracias a Dios, algún ángel estuvo de mi lado ese día y la furgoneta pudo frenar y esquivarme, evitando mi atropello.

Con el susto aún en el cuerpo, no tuve ganas de ir a visitar el viejo castillo y decidí continuar haciendo kilómetros a ritmo pausado, para calmar así mis nervios.

Aún en territorio escocés, el trayecto de esa jornada me llevaría a un lugar increíble del que no había sabido cuando preparé el viaje: el valle de Glencoe. Una carretera perfectamente asfaltada y de curvas abiertas y con buena visibilidad que transcurre por un valle rodeado de verdes montañas, cascadas, ríos que nacen de sus colinas, senderos ... que invitaban a realizar una parada en cada uno de sus apartaderos y que no era posible dado que una multitud de vehículos ocupaba los mismos. Finalmente, conseguí parar la moto en uno de los apartaderos y tomar unas fotografías de este increíble lugar.

Tras realizar las fotos de rigor, reemprendo la marcha y, al cabo de unas cuantas millas paro en un área de servicio para descansar y beber un refresco. Al llegar al área de servicio, una multitud de motocicletas y de moteros me recibe en su aparcamiento. Al parecer, el área “The Green Welly Stop” es un punto de encuentro de motoristas de la zona, similar al famoso asador ubicado en el Puerto de la Cruz Verde, en la Comunidad de Madrid y del cual conocemos su existencia por salir en los vídeos de algún que otro conocido motovlogger.

Tras el refrigerio y disfrutar durante un rato del sol de ese día, reinicio la marcha con el objeto de llegar ya hasta el punto de destino. Del último tramo sólo merece destacar el tramo de carretera que discurre junto al Lago Lomond y que es lugar de recreo de muchos escoceses y escocesas que aprovecharon el domingo soleado para realizar picnics en los lugares habilitados. El resto de la ruta transcurre ya por la red de autopistas del Reino Unido hasta llegar prácticamente a destino.

 

Día 8.   The Stork Hotel (Lancaster, Inglaterra) – Sure Hotel by Best Western (Coquelles, Francia.) 570 kms.

Jornada de transición por vías rápidas desde Lancaster hasta Folkestone, localidad donde se accede al Eurotúnel. Tenía intención de parar en Liverpool para realizar una breve visita, pero el mal tiempo y el tráfico para acceder a la ciudad a primera hora de la mañana me hizo desistir y continuar hasta Folkestone

Una vez en la terminal, el shuttle que tenía reservado iba con algo de retraso, lo que me permitió descansar por espacio de una hora. Un rato después, ya me encontraba de nuevo en territorio continental, pernoctando en la cercana localidad de Coquelles en la cual ya había estado en el viaje de ida. 

 

Día 9. Sure Hotel by Best Western (Coquelles, Francia) – B&B Limoges 1 (Limoges, Francia.) 670 kms.

Penúltima jornada de mi viaje hasta las Tierras Altas de Escocia. El trayecto hasta Limoges lo realicé alternando carreteras secundarias y nacionales que transcurren por la campiña francesa con autopistas de peaje.

Esta jornada tenía previsto visitar, antes de llegar a Limoges, la localidad de Oradour-sur-Glane, ciudad masacrada por las SS el 10 de junio de 1944, durante la Batalla de Normandía, como respuesta al homicidio de un Capitán de la SS asesinado en su vehículo en una población cercana y que se saldó con el asesinato de 643 civiles (de los cuales, 193 niños.)

Al finalizar la guerra, las ruinas de la población fueron mantenidas en su estado por orden del gobierno francés en recuerdo de las víctimas y de los sufrimientos causados por la ocupación nazi.

Deambular por sus calles entre casas derruidas resulta sobrecogedor y recuerda a las poblaciones de Corbera de Ebro o Belchite, que también se han mantenido en el estado que quedaron tras los bombardeos sufridos durante la Guerra Civil española.

Tras finalizar la visita, pongo rumbo hacia el hotel escogido para pernoctar en la cercana localidad de Limoges.

 

Día 10. B&B Limoges 1 (Limoges, Francia) – Viladecans. 701 kms.

El día amaneció soleado. Tras varios días de viaje tenía ganas de llegar lo más pronto posible a casa, motivo por el cual decidí regresar por la autopista A20 dirección Toulouse, para luego tomar el desvío de la autopista A61 hacia Narbona y alcanzar territorio español por el extinto puesto fronterizo de El Pertús, en la A9, que enlaza con la AP-7.

Una decena de kilómetros antes de llegar a Toulouse, unas pocas gotas amenazaban lluvia. Menos mal que se me ocurrió parar en un área de descanso para ponerme el traje de agua, porque la que me cayó al cruzar Toulouse fue de aúpa. Una lluvia torrencial que me hizo aminorar la velocidad y que me acompañaría hasta prácticamente llegar a la localidad de Carcassone

Tras una parada en un área de servicio para calentar mi cuerpo con un café con leche, llenar por última vez el depósito de gasolina de mi Husky y quitarme el traje de agua (la lluvia torrencial había dado paso a un sol estival), reemprendo la marcha con ganas de alcanzar cuanto antes territorio español. 

Para mi desgracia, unos kilómetros antes del peaje de Le Boulou, un camión que subía a Francia en dirección contraria perdió el control, quedando volcado en el lado de la carretera en el cual me encontraba y provocando una retención kilométrica. Tuvimos que esperar casi 3 horas parados en la autopista hasta que los servicios de emergencia pudieron apartar el camión hacia un lado de la calzada y abrir una vía que permitió el paso de las motos y del resto de vehículos.

Las incidencias durante el viaje de regreso a casa no iban a finalizar con este suceso y, unos pocos kilómetros antes de alcanzar Girona, una nueva lluvia torrencial hacía reducir la velocidad de la marcha hasta bien entrados ya en la provincia de Barcelona, cerca de Mollet del Vallés.

Al llegar a la Ronda de Dalt, nueva retención por un accidente de circulación. Parecía que llegar a casa iba a convertirse en un imposible. Sin lugar a dudas, uno de mis peores días en moto, junto con la jornada por la parte oeste de la NC500.

Ya tarde, pude llegar finalmente a mi hogar tras diez días de ruta, 6022 kms y muchos recuerdos que han quedado grabados en mi memoria. 

Por cierto, el consumo medio de la Husky, de risa: 4,6 l/100 kms. 

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