04/11/2024
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Este viaje, como todos los viajes, comienza mucho antes de partir. Comienza  en el momento en el que en tus pensamientos empieza a existir  la posibilidad de realizar  un viaje de semejante  envergadura.

Para ello, se tienen que alinear algunas variables: disponibilidad y tiempo, capacidad económica,  decisión  y  montura. La planificación  y la matriz del viaje a realizar aparecen solas en el momento en que se toma la decisión de emprender una aventura de estas características.

Cuando ya está  todo preparado, hasta el último momento, te preguntarás: “¿Estás seguro de hacerlo?” y en el instante que arrancas la moto, tu caballo, ya sabes que no hay vuelta atrás.

Al final, vives tus sueños, rio Pamir

 

Creando la  aventura

Como todo viaje que uno se plantea, viene inspirado por otras experiencias similares. En este caso, mi  viaje viene muy  influenciado por aventuras de otros viajeros en moto, por recorrer caminos perdidos en países que suenan a chiste, y por lecturas en las que te trasladas a diferentes culturas viajando en moto. La emoción  del nómada, Manual de aventura overland, de J.A. Miquel  Silvestre y sus vídeos documentales recogidos en nomadatv.es , han sido inspiración y, como no decirlo, el guión para construir esta aventura.

Para que este viaje se pudiera hacer realidad, en mi vida se dio el momento oportuno; una especie de alineación de planetas: disponer de tiempo,  capacidad de sustento y, como no, una moto…  sin olvidarnos  por supuesto, de la fundamental decisión.

El  planteamiento era fácil: "sales de casa, coges un barco hasta  Italia-Grecia, y derecho a Asia”. Pero cuando empiezas a consultar fronteras, trámites, zonas prohibidas, eventos que quieres disfrutar, etc… toca exprimir el mapa, y marcar objetivos claros para en este viaje. Porque siendo  sinceros, cualquier parada de esta travesía por sí sola, francamente, puede ser  una aventura, sin  tener que ir los confines de la tierra.

Pero en  una odesia como esta, tienes que dejar todo previsto, ante cualquier circunstancia, cualquiera. Por eso toca formalizar  todo tipo de visados que son necesarios para atravesar países:, Rusia, Tayikistán, GBAO. Seguros de viaje,  (realizado con BIMA a través de otro miembro de Motoclub), y preparar la motocicleta para evitar averías catastróficas, de esas que te hacen abandonar toda esperanza de continuar, así como material y equipación que a llevar a lo largo de casi dos meses y medio, algo con lo que mi hermano y mi cuñado, han disfrutado como niños con los solos preparativos, colaborando continuamente.

“¿Y vas a ir solo? Sí, ¿por qué no?”. Cuantas veces me habrán hecho esta pregunta y sigo estando agradecido de tomar dicha decisión…

 

El comienzo

Toda aventura tiene marcada una fecha de inicio., ésta empezó el 29 de abril, con la  intención de llegar  a Rusia el 09 de mayo, como  primera meta del viaje y con la intención de regresar  a mediados de julio,  con  días de sobra para cualquier  contingencia para  un viaje de unos 20.000 km.

Para ello, lo dicho, ferry de España a Italia, llegar a la bota y saltar a Grecia y desde ahí, a volar, ganando tiempo.

 

Inicio difícil, mientras te acercas a Barcelona a coger el ferry. Por tu cabeza pasan infinidad de preguntas,  dudas, emociones,  que te trasladan hasta tu meta objetivo del día sin darte cuenta, eso sí bajo una intensa lluvia, como diciéndote, “No te va a ser fácil, Miguel”.

 

Rumbo al este

Como estaba programado,  ferry nocturno de Barcelona hasta Civitavecchia  y desde ahí, descenso rápido hasta Brindisi, para  saltar a Grecia.

Así, sobre el papel, parece fácil, pero no desaparecen las lluvias,   y ¡Sorpresa! primer contratiempo, una avería en Roma que me hace parar dos días;  días que tenía para disfrutar atravesando Italia. Menos mal que debido a un cambio de última hora del ferry de Brindisi por huelga pude retrasar un día el embarque. Más oportuna huelga, no pudo ser para mí.

Reparada la moto, derechos  a Brindisi, donde coincido con otros moteros: Búlgaros, italianos… pero hay uno que me llama poderosamente la atención, Enrico, siciliano jubilado en su pequeña scooter que va a viajar por el norte de Grecia. Le encanta Grecia. Me sorprende su entusiasmo.

Una vez en Grecia, jornada rápida por el norte, siguiendo una ruta recomendada por Enrico. El recorrido de la antigua calzada romana que llegaba a Constantinopla, hasta casi la frontera turca.

Turquía, primera frontera “formal”. En este momento, la travesía turca es solamente un trámite de ida, así que poco tiempo para el turismo, dejándolo para la  vuelta; solamente contacto local  por necesidad, haciendo  acampada a final de jornada, excepto antes de llegar a Georgia, en Trebisonda, donde aprovecho para hacer la colada  y algo de turismo en la pequeña iglesia de santa Sofía, ahora reconvertida en mezquita.

Georgia. Empezamos a ver el desorden normalizado. Un gran país entre dos culturas, pero que en este momento es clave para cualquier viajero que mire hacia Asia. Me encuentro con muy buenas  carreteras, pero con grandes atascos… pero, montando en moto, es fácil, así que gano otro día sobre lo planificado, llegando a Gori, donde paso dos  días empapándome (literalmente) de su historia. Siguiente destino:  Rusia, esperando que la carretera esté limpia de nieve, comentándome los locales que estos días el paso de montaña ha permanecido cerrado por las fuertes nevadas.

 

Iglesia de Gergeti, una vez pasado el paso de montaña de Ganisi y el paso de la Cruz

 

Al final, el paso de montaña estaba abierto, pero con un descenso hasta la frontera  rusa, circulando por  unos tramos protegidos de las nevadas pero con el peor de los asfaltos en  el interior, túneles que no tenían luz,  y con enormes baches capaces de dar más de algún que otro susto, tanto a coches, como a camiones y, por supuesto más si cabe, a un motociclista.

El control fronterizo de salida de Georgia, fácil, puro trámite y de ahí a Rusia, donde observo cuán  transitado está este paso fronterizo, con numerosos vehículos que entran y salen…  y  teniendo el primer contacto con la fría ventanilla rusa, una oficial de fronteras; fría sin capacidad de mostrar sentimientos, que chequea mi pasaporte, visado, llamadas telefónicas… realiza numerosas preguntas sobre cómo conseguí el visado, por qué, adónde voy… una  y otra  vez. Al  final, consigo el sello de entrada y  deja quedan preparadas las hojas de mi pasaporte para más sellos rusos. Hasta ahí todo correcto, pero en el control de aduanas toca  desmontar  casi todo  el equipaje, mostrando cuanto  llevo en la moto, más por curiosidad que por necesidad, pero los documentos aduaneros son un infierno, y paso varias horas hasta que por fin, con la ayuda de otro motero ruso (intuyo que es militar o policía), consigo rellenarlos y por fin entrar en la Osetia rusa, hasta Vladikavkaz.

Lo ocurrido hasta conseguir encontrar alojamiento, después de recorrer  varios hostels  me sorprende algo. Me refiero a la amabilidad rusa, concretada en que al llegar a mi “hotel”, y dejar los petates, lo primero que encuentro es una invitación para tomar un café y echar una partida de ajedrez. Se trata de Rusland, vendedor de cuadros y muebles de madera, un hombre sencillo, pero increíblemente amable.

Fueron un par de días en Vladi, esperando observar la celebración del día de la Victoria del nueve de mayo. Allí pude observar la vida cotidiana y los numerosos monumentos a Yuri Gagarin, incluida la cápsula con la que regresó de su icónico viaje espacial.

El nueve de mayo no deja de ser una gran día de exaltación nacional como el cuatro de julio americano. Pero resultó curioso ver la implicación de toda la población.

Los días siguientes, rumbo a  Kazajistan, atravesando esos semi estados rusos: Chechenia,  Daguestán, Igusetia, Kimulkia… hasta hacer (forzosamente) noche a las orillas del Volga,  debido a la poca confianza que me ofrecía el hotel ojeado en Astracán, donde llegué a última hora del día. Así que camping improvisado en el  primer bosque hacia la frontera kazaja.

 

 

Amanecer en el rio Volga

 

Sigue siendo madrugada,  cuando  el  sol empieza a asomar un  11 de mayo. Una mañana con una espesa neblina matinal en la ribera del Volga que poco a poco se va dispersando, hasta la llegada de la frontera rusa- kazaja.

Como siempre las salidas de los países son fáciles, las entradas, a merced del funcionario que quiere demostrar quién es el que manda.

En el plan llevaba idea de hacer la travesía hasta la frontera uzbeka en dos o tres días, pero tras conversar con con lugareños  y viajeros, todos coincidían:, en un día estás en la frontera,  las carreteras son buenas. Y sí. Son increíbles.

Después de tener referencias de ser “bachegistan”, pero ya no es así. Gas y  conduje hasta Bernyu para hacer noche y a la mañana siguiente recorrer esa carretera de entrada en Uzbekistan “Death road”.

Los trámites administrativos… “¡Bah! por un día no hace falta el seguro”. Qué equivocado estaba.

Durante la jornada adelanto y coincido posteriormente en la gasolinera de Bernyu a con tres moteros que me iban a acompañar más tiempo de lo que creía: dos checos (Dalybor e Ivana) y un francés (Henry), con quienes coincido en el hotel Arna de Bernyu. Los checos viajan en unas motos ligeras ARJ con mucha experiencia en enduro; Henry viaja en su Royal Enfield Himalayan, con todo el kit viajero y múltiples pegatinas de países, todas ellas muy nuevas.

Al día siguiente,  litros de café  instantáneo , preparar caballo y a por los últimos kms kazajos rumbo a la frontera.

¡Ja! Última localidad Kazaja en el GPS, últimas curvas antes de llegar a las instalaciones fronterizas, control de una patrulla kazaja que me da el alto nada más verme.  “¡Insurance!, la cagué”. Bienvenido a la normalidad fuera de Europa.

Minutos después aparecen los otros tres motoristas que, como era de esperar, también caen en sus redes.

Bueno… paso fronterizo, como todos, toca armarse de paciencia y esperar tu turno. Estás bajo el control de un funcionario desaliñado pero que tiene el poder de decidir quién entra y, sobre todo, cuándo.

Ya dentro de Uzbekistan me dirijo rápidamente a por el seguro obligatorio en una de las primeras “chabolas” que diviso. Cambio a la moneda local para disponer de  efectivo y me dispongo a comenzar el siguiente tramo: 450 km de lo que parece ser una carretera, pero que en realidad resulta ser territorio post apocalíptico tipo MadMax en su máxima expresión. Sin duda, un gran tramo para recordar. Aventura 100%.

       Parada y fonda en mitad de la nada en la carretera A380    


Durante los días siguientes la calidad de las carreteras mejoran bastante, aunque los baches siguen estando ahí, recordándote que estás lejos de Europa y sus fabulosas carreteras. No te puedes relajar.

Recorro Moynaq, Nukus y Khiva en solitario, viviendo grandes experiencias que se aferran al corazón y que permanecerán tiempo en él, sobre todo en Nukus.

Pero es en Khiva, al llegar al hotel que me había propuesto (dentro de la fortaleza y que ya le había comentado a Dalybor), donde me encuentro las tres motos monturas de Dalybor, Ivana y Henry. Una gran alegría que compartimos durante la jornada, intercambiando la  experiencias de la famosa carretera que ellos hicieron  en dos días, disfrutando dos noches en Khiva para descansar y hacer algo de turismo.

Los cuatro de visita dentro de la ciudadela de Khiva

 

Decidimos realizar ruta conjunta hasta Samarcanda, donde se bifurcan nuestros caminos y aventuras, aprovechando Bukhara y Samarcanda para disfrutarlo juntos, visitando monumentos emblemáticos, compartiendo momentos de nuestras historias personales, cervezas y vodka; este último de el de verdad.

En Bukhara pudimos disfrutar de un gran anfitrión, Therry, un francés afincado en la ciudad, casado con una mujer uzbeka que al conocer que nos alojábamos en el hotel nos invitó a su casa a celebrar con  él un evento familiar. Toda una experiencia de amabilidad y hospitalidad uzbeka.

 

Llegados a Samarkanda recalamos en un pequeño hotel, no turístico, ubicado junto al Registán. Habitación cómoda, barata y buen parking para nuestras fieles compañeras de fatigas.

Aprovechamos para visitar esta increíble ciudad que sin duda merece y requiere más tiempo y dedicación del que inicialmente había estimado.

Vista principal del Registan en Samarkanda

 

Estando aquí, colegas de Nukus que había conocido me invitan a ir a la mayor concentración de motos que tiene lugar en Tayikistán, en Kairakum, valle de Fergana… así que decido aceptar, ir y quedar con Henry Dushanbe, para completar la Pamir desde Dushanbe hasta Osh.

Pero, como en otros aspectos de la vida, no todo sale como uno quiere o piensa. La frontera más cercana para llegar hasta esa ciudad está cerrada para extranjeros, al ser una frontera de riesgo entre Uzbekistan y Tayikistán,  en ese recorte de fronteras “mágico” que se hizo al disgregarse la antigua URSS. Toca pues, en contra de nuestra voluntad, dar media vuelta y regresar a Samarkanda, con la mala fortuna de que en el último repostaje me llenaron el depósito con el combustible equivocado, echando gasoil en lugar de gasolina, parando justo al llegar al pequeño Hotel.

En ese momento, comienza la gran odisea de tratar de solucionar el problema en una ciudad en la que es festivo durante dos días. Todos los talleres mecánicos con capacidad de prestarme ayuda, no quieren saber nada una vez conocido el tipo de motocicleta a reparar. 

Dalybor y otros de los hospedados me ayudan con el vaciado del tanque y el intento de arranque, recorriendo las calles de Samarkanda, remolcado por la motocicleta de Dalybor. Todo un espectáculo… pero sin éxito. Finalmente, tras varias consultas online, videoconferencias con Alex (mecánico de Bmw en Roma) y la ayuda final de un mecánico local de coches, se conseguimos (por fin y contra todo pronóstico) repararla y arrancarla con normalidad, en  tiempo récord.

Desmontando poco a poco la motocicleta

 

Todo listo para continuar. Henry y yo de nuevo sobre la carretera. Proseguimos. Rumbo a Dushanbe.

Otra frontera. Otra vez, paciencia. Una frontera multitudinaria que hace las delicias entre los funcionarios al permitirles demostrar su poder. Nada diferente que no haya visto en otras fronteras: desmontar media moto,  enseñar  qué llevo en las maletas, volver a montarlo… todo más por curiosidad que por inspección. En fin… un trámite fronterizo. Cambio de algo de moneda local y a continuar. El seguro lo tramitaremos en Dushanbe.

El recorrido hasta Dushanbe es espectacular. Carreteras de montaña bien asfaltadas… pero llegamos a los túneles que ya me habían advertido que eran interminables.  Y si, son interminables y auténticos agujeros negros, compartidos con grandes camiones sin ningún tipo de miramientos. Si a ello le sumamos que la Himalaya de Henry se queda sin luces en mitad del mayor túnel, la tensión se palpa en cada metro, teniendo que encender todas y cada una de las luces de la mía para hacernos visibles. Al final de los túneles paramos para tomar un respiro, siendo entonces cuando Henry se da cuenta de su avería. 

La repararemos en un taller local en Dushanbe, perteneciente a Aziz, junto a otras averías sencillas y el ya necesario cambio de ruedas. Aziz es un motero local que no pierde detalle al explicarnos cómo realizar todo el tramo de la carretera Pamir. Igualmente nos brinda sabios consejos sobre de dónde hacer noche, comer y repostar… insistiendo que vayamos juntos.

Hacemos noche en un buen hotel local, nos lo merecemos y no sabemos lo qué nos deparará el viaje; así que a disfrutarlo con la emoción de que al día siguiente nos enfrentaremos a nuestros retos: Henry llegar a Bibi Fatima hot spring: yo, hacer la Pamir y cruzar el paso de la cabra montesa entre Tayikistan y Kirguistán.

 

Pamir.-

Iniciamos la jornada con ganas, esta vez circulando con tranquilidad, hasta los primeros controles militares que dan paso al valle. Estos controles son más fáciles: basta con dejar las fotocopias del pasaporte,   visado y GBAO, exactamente ocho veces en todo el recorrido.

La primera vista del rio Pamir es increíble. Una amplia ribera de un río con un fuerte caudal rodeado por un gran cúmulo de piedras de todos los tamaños, a los pies de las mayores paredes de montañas que yo haya visto nunca. Muchas de ellas con sus cimas totalmente nevadas. Y junto a ese río, que separa Tayikistán y Afghanistan, discurren dos carreteras una por cada país. En el lado Tayiko un camino amplio; en Afghanistan, una senda por donde justo cabe un vehículo.

Es tal la emoción de ese momento que me quedo mirando ambas orillas, perdiendo de vista a Henry.

A los pies del rio Pamir

 

Reanudada la marcha con ganas llegan los primeros tramos de barro y piedras que dan fin al asfalto de la carretera. Fácil, muy fácil la conducción hasta que en un paso estrecho la maleta izquierda golpea contra una piedra más alta de lo normal, arrancándola de golpe y lanzándonos a la moto y conductor contra el lado derecho, cayendo en la cuneta. Un golpe muy rápido cuyas leves consecuencias todavía no llego a entender siendo en ese momento consciente que la irresponsabilidad del momento, te puede echar del juego, sin contemplaciones.

Una vez recuperado y tras reconstruir el equipaje haciendo uso de varias cinchas que llevaba para transportar las ruedas, consigo continuar y dar alcance a Henry, que me esperaba aprovechando que estaba atascado en un paso más complicado.

Tras rodar durante varias horas con diferentes obstáculos fáciles de pasar pero tomados con precaución, conseguimos llegar a Karaikum,  a  la casa de Anthon, un pequeño hostel junto al río, donde nos tratarán de maravilla. Allí coincidimos con un motero ruso, TAG, que está haciendo el mismo tramo y con el que compartiremos ruta hasta Korough.

Con el nuevo amanecer nos surgen dudas de si empezar muy pronto o esperar a que finalicen las voladuras en la carretera para continuar hasta la siguiente parada: Korough. Decidimos arrancar temprano porque las distancias son cortas, pero la carretera no es carretera y el viaje se hace eterno. Henry se une a nosotros, a pesar de que le gusta ir con tranquilidad.

Una parada en corte por obras, compartiendo parada con ciclistas y militares.

 

Este tramo, se hace muy duro: carretera llena de polvo, camiones circulando por las obras, numerosos cortes debido a éstas que hay que pasar esquivando excavadoras, camiones, etc… pero viajar con un motorista que habla ruso tiene su ventaja en las paradas obligadas, lo que nos permite dejarnos pasar sin tener que esperar a la voladura, ganando tiempo.

Durante este tramo observamos multitud de cuarteles militares, patrullas en el camino y parapetos junto a la carretera junto al río.

También compartimos ruta con ciclistas franceses, familias moldavas y camiones chinos. Están, estos últimos, por todos los lados.

En esta jornada tomamos un respiro para comer en un pequeño poblado, donde nos sirven plov casero y cerveza chill chill, donde coincidimos con el director del colegio local, el  alcalde y el jefe de policía… muy de Berlanga.

Finalmente llegamos al hotel recomendado por Aziz, muy “top” para  lo que venimos gastando, pero no tenemos ganas de buscar a pesar de que seguro los hay más baratos. Cena local y cerveza Chill Chill para finalizar la noche, bebiendo Tag y yo en la entrada del hotel. Vamos… lo que viene siendo un botellón en la calle, mientras nos reímos del viaje y mantenemos una larga conversación sabiendo que al día siguiente nuestros caminos se separarán: Tag continuará por la carretera Pamir y nosotros seguimos por el valle del rio hasta el valle Wakhan, que comparte frontera con Afghanistan.

Nuevo día, nueva aventura… pero esta vez nos quedamos solos Henry con su Himalayan y yo, fuera de la ruta común de todo el mundo, camino a Bibi Fatima para después regresar hasta Murghab.

La carretera es fácil a veces, comparada con la del día anterior, que se hizo muy dura.  Esta vez no hay obras;  la carretera es simplemente un camino de grava, baches, tramos de mal asfalto, tierra… de todo un poco, pero avanzamos sin problemas, parando a hacer fotos, inmortalizando buenos momentos hasta llegar a Bibi Fatima, ubicada en la ladera. Pero una ladera de las de allí, muy alta y con un camino de acceso de cabras. A pesar de la dificultad, llegamos.

La emoción de Henry al llegar allí arriba es inmensa: un balneario natural con aguas termales excavado en la roca que, tras un buen baño después de la jornada, nos deja como nuevos.

 

Para dormir, decido hacerlo en una casa muy próxima donde vive una pareja de ancianos; una casa muy grande, preparada con muchas habitaciones, pero sin agua corriente en ese momento debido a una avería que no solucionarían hasta el día siguiente. No nos importa. Solo pensar en el descanso convence a Henry para quedarnos ahí. Cenamos lo que la anciana nos prepara, haciendo pan casero, algo de ensalada y un poco de carne.

Duermo como nunca. Una cama muy cómoda con gruesas mantas que evitan que la fría noche me salude de madrugada. Estamos por encima de 3000m. observando al otro lado del valle el rio, las montañas de las cordilleras afganas que sobrepasan los 5000m… las vistas son increíbles.

 

Pamir Highway, se cobra su peaje.

Empezamos el día con un desayuno a base de huevos, pan y bien de café. Acondicionamos el equipaje en la moto, donde el día anterior conseguí “enderezar” a base de martillazos la maleta para poder cerrarla mucho mejor, bueno… algo mejor.

Nos espera una ruta diferente, un camino que une la entrada al valle wakan y la ruta pamir, donde no bajamos de 3000 en ningún momento, para llegar a Murghab.

El tramo sigue siendo como el día anterior: caminos de grava, tierra, etc… atravesando pequeños pueblos hasta que llegamos al último repostaje, ubicado en un garaje de una tienda local. A partir de aquí, la ascensión se hace muy pronunciada, por caminos estrechos, situados en los bordes de las laderas montañosas que dan bastante respeto.

 

Durante este tramo, que une Khargush a la M41, coincidimos en numerosas ocasiones con grandes rebaños de ovejas, cabras y burros guiados por pastores locales. Parece que están de trashumancia a los pastos de las montañas.

El camino se hace difícil y muy pesado, con largos tramos de arena espesa y con otros de carretera estriada que nos dificulta mucho circular.

En uno de estos cambios de terreno, de carrera estriada, con mucho rebote de amortiguadores, al pasar a un banco de arena, Henry tiene una caída,  golpeándose fuertemente el pecho.

De aquí en adelante el viaje cambia por completo. El ritmo baja considerablemente en los tramos más complicados; no me arriesgo a que Henry se vuelva a caer, va muy dañado. Intuyo fractura de algunas costillas, pero intento remolcarlo y no hacer decaer el ritmo. Nos quedan muchos kilómetros y estamos en mitad de la nada.

Por fin llegamos a la carretera M41, que nos parece una autopista, pero Henry no puede continuar y paramos en el primer pueblo que encontramos, hospedándonos en un hostel local.

Aquí coincidimos con dos ciclistas franceses que sufrieron el mismo tramo de hoy, aunque ellos lo hicieron en cuatro jornadas.

Con medicamentos y algo de descanso esperamos poder avanzar hasta Kirguistán y llegar a Osh para atender a Henry, ya que en Murghab no hay ningún centro de asistencia médica con garantías.

A la mañana siguiente estamos expectantes para ver cómo va Henry. No ha mejorado mucho, pero le echa coraje y salimos a media mañana con la intención de llegar a Kirguistán, Shari Tash.  Solo nos separan 300 kms. No hay prisa; la previsión del tiempo no puede ser mejor para afrontar el último tramo.

El viaje sigue siendo complicado, pendiente del estado del compañero, parando cada vez más a menudo.

Hacemos parada técnica en Murgab, donde se encuentran celebrando alguna festividad. Todo el pueblo se reúne junto a un campo de fútbol de tierra, banderas, uniformes… pero nuestra fiesta va por otro lado.

Aquí cometeremos un error que nos costará caro: no pedir un pase turístico en uno de los hoteles recomendado por los franceses para pasar la frontera… pero no dejó de ser una “recomendación”.

Desde Murgab continuamos rodando cada vez a mayor altura. Los paisajes son increíbles: una mezcla de encontrarse en tierra salvaje, en otro planeta… La carretera discurre hasta el último pueblo de Tayikistán, Karakul, junto a un gran lago con el mismo nombre.

Nos hospedamos en una casa hostel de una familia. Es una casa dedicada a hospedar; la familia vive en otra próxima mucho más pequeña.

En este lugar, una vez que Henry se acomoda, desmonto parte del equipaje de mi moto y deshago el camino para recoger y ayudar a un hombre con pierna ortopédica que estaba caminando varios kilómetros atrás.

La sorpresa de Mike, así se llama, cuando aparezco y le digo: “lets go, I´ll take you” es evidente. Anclado su petate militar y subido en la moto, durante este trayecto de varios kilómetros, resulta increíble sentir su alegría y gratitud disfrutando del viaje. Poco después supe que perdió su pierna en un accidente en moto.

Ya en el pueblo no es difícil que comparta la habitación con nosotros, además de cena y desayuno. Un buen final del día. La pena es que Henry no pudo disfrutar de la misma manera.

 

Último día en Pamir…

Durante las primeras horas del día el paisaje de este pueblo, situado junto a un lago de alta montaña, con la cara sur de la cordillera montañosa del Pico Lenin al alcance de la vista, es maravilloso. Si a este paisaje añades los rebaños de yaks que pasean por las praderas cercanas, el  espectáculo es único.

Preparamos nuestros petates ayudando a Henry a afrontar el último  tramo. Mike también va a hacer el mismo recorrido, pero él va andando y haciendo autostop en una carretera en la que apenas pasan vehículos. Pero él lo tiene asumido y allí va, colocándose en la carretera para encontrar los primeros vehículos que puedan acercarle a su meta.En lo que a nosotros respecta, cuando Henry coge fuerzas con el desayuno y medicación para el dolor, nos ponemos en marcha. Tenemos por delante 72km hasta  la frontera Kirguis 4600m y el paso Akbaytal con 4656m.

 

Poco a poco vamos avanzando. El asfalto es bueno. hasta que ya no existe, y es solamente una pista con rodadas de vehículos, sobre el barro y las piedras.

Cuando llegamos al paso fronterizo tayiko, el estado de Henry no es bueno. Los militares lo ven y le asisten dándole pastillas para el mal de altura, café caliente, etc… Nos tomamos un descanso hasta que Henry puede continuar. Ya solo nos queda el último tramo, el peor: llegar a la cabra y empezar el descenso por un camino totalmente embarrado. Por lo menos no nos llueve ni nieva… por ahora.

 

Cuando decidimos retomar el camino solo nos quedan 15 km aproximadamente… pero qué 15. El camino de ascenso al paso Kyzylart, 4336m. coronado por la gran estatua de la cabra montesa, con esa pose orgullosa sobre quien pasa por delante de ella.

El ascenso no se hace difícil; lentos sin perder de vista a Henry, pero al final llegamos a la estatua, todo un logro. Sin embargo, el camino de descenso se muestra muy complicado para Henry. Debo avanzar con mi moto sin maletas unos metros, aparcar, recorrer el camino de vuelta hasta mi compañero y acompañarle durante este tramo, volviendo a por el bolso impermeable y bajando de nuevo cargado hasta el siguiente tramo. Así todo el descenso. Se puede decir que hago ese tramo cuatro veces.

Así hasta que ya solo nos queda la última curva del descenso, una curva a izquierdas, oculta por el talud donde finaliza el camino y ya se ve la pista de grava que nos lleva a la frontera.

Qué gran sorpresa cuando comprobamos que el camino no es camino, si no un arroyo que ha destrozado la curva y solo hay transitable una profunda rodada junto al arroyo.

No nos queda otra que pasar por los surcos dejados por algún todoterreno, de los de verdad.Así que manos a la obra después de adecuar la base del camino con piedras para no hundirnos más todavía en el barro. Consigo pasar a Henry con su Himalayan con no pocos problemas.

Ahora es mi turno: mismo recorrido, con tranquilidad encaro el camino…  pero el boxer toca las paredes del surco y me desequilibra en mitad del paso. No puedo apoyarme para evitar caer, así que mi compañera inseparable y yo directos al arroyo, quedando ella clavada bocabajo en el lecho del arroyo, con las ruedas al aire.

En ese momento por tu cabeza pasa de todo, hasta sentarte tranquilamente a esperar que pase algún coche a ayudar, espera que resultaría absurda, así que toca ponerse a tratar de solucionar el entuerto. Henry es imposible que pueda ayudar y, en estos momentos, los nervios están para pocas tonterías.

Allí, en mitad de la nada, escucho una voz que viene por el camino de bajada: “Do you need help?”  No me lo creo. Es Mike. A partir de aquí se nota su ayuda, a pesar de lo que creemos que son las limitaciones, y conseguimos sacar la moto y darle la vuelta, con su ayuda y una pequeña pala de camping que llevaba.

Poco después sí apareció un todoterreno con dos Kirguises que me ayudaron a sacar la moto del arroyo.

Desde ahí y hasta la frontera, un paseo triunfal. Mike y Henry en todoterreno. Uno de los kirguis y yo disfrutando del viaje en moto hasta la valla fronteriza.

 

Los papeles!

Por fin en la frontera empezamos los trámites y, a partir de aquí, seguimos hasta Osh, o Tashy Tash, para atender a Henry.

Intuyo problemas cuando veo al oficial buscando nuestros datos en un clasificador con numerosos oficios con listado de nombres, hasta que le pregunto qué ocurre.

¿El permiso turístico para pasar por esta frontera?, me dice.

Mayor cara de estupidez no pude poner, pero las normas son las normas y no nos deja pasar, finalizando los trámites diciendo que los van a pedir pero que hasta mañana por la tarde, imposible… así que a la valla y a esperar.

Paso fronterizo de Kirguistán a la espera del permiso.

 

Mi indignación por este despiste es monumental, explicándole los motivos por los que no tengo ese permiso, señalando a Henry que necesita atención médica y que ahí en la valla no se puede quedar, que esta grave  y es mayor. No tengo ganas de que le ocurra algo en la valla mientras esperamos.

Al final, parece que algo se han compadecido de nosotros y nos mandan una ambulancia para atender a Henry, que después de valorarlo se lo llevan al hospital. Por fin puede ser atendido.

El resto de la jornada, ya solo en la valla, es cuestión de negociar dónde hacer noche, consiguiendo meterme en una pequeña caseta de la época del covid, para pasar  la noche. Tiene luz hasta media noche y por lo menos estoy a cubierto.

Pero las normas son las normas y a las 03 de la mañana, en mitad de una fuerte nevada, me despiertan para traer de vuelta a Henry, atendido y con medicación. Ya se encuentra mejor, así que toca compartir la caseta hasta conseguir el pase turístico.

Una noche en tierra de nadie.

 

La aventura continúa

Al día siguiente larga espera hasta que por fin llega el documento y podemos continuar hasta Osh, donde ya hacemos noche en Hotel y sí que aquí se separan nuestros caminos: Henry a descansar y recuperarse poco a poco y yo hacia kirguisitan, hacia las montañas de lago Song kul y Issy Kul y vuelta atravesando las estepas kazajas y la ribera del rio Volga en Rusia

Es una larga historia, que día a día va apareciendo, kilometro a kilometro hasta acabar el día, sin descanso.  Entre medio, un encargo, recuperar una cámara olvidada en Estambul, por J.A. Miquel Silvestre y encontrarme con un un buen amigo Jose Antonio,  Jaf,  que inicia su viaje a Mongolia. 

Así hasta la entrada en Europa, donde la aventura desaparece de una vez, o quizás tanta comodidad, seguridad o agotamiento me hacen regresar hasta casa, después de disfrutar de unos días en tierras checas, en casa de Dalybor.

 

El resto  es otra historia, que a día de hoy se sigue escribiendo.

 

                                                           

 

 

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