Tal día como hoy, el 27 de abril de 1521, fallecía uno de los más conocidos de los #exploradoresolvidados. Se trata de Fernando de Magallanes, o Fernão de Magalhães en su portugués natal.
Fernando nació en torno al 1480 en el norte de Portugal, en el seno de una familia noble. No se sabe con exactitud dónde nació, pero los historiadores se inclinan por Sabrosa. De pequeño sirvió como paje de Leonor de Lancaster, esposa del rey de Portugal, Juan II. En la Corte recibió formación de equitación, música y danza, además de ciencias náuticas, cartografía y astronomía. La enseñanza religiosa también formó parte de uno de los pilares.
Durante su infancia, los descubrimientos se sucedían, y nombres como Bartolomé Díaz, Cristóbal Colón y Vasco de Gama eran parte central de las conversaciones del día a día. Estos hechos despertaron su espíritu aventurero que le llevarían a la mar.
El 25 de marzo de 1505, ya al servicio del rey Manuel I, partía desde Lisboa camino de la India en la flota de Francisco de Almeida, quien fue nombrado virrey, arribando el 21 de octubre del mismo año.
En noviembre de 1506 partió de Cochín (India) a las órdenes de Nuño Vaz Pereira hacia Tanzania para sofocar unas revueltas. Y desde allí fue a Mozambique.
En marzo de 1509, enrolado en la armada de Diego López de Sequeira, zarpó hacia Malaca, donde fueron atacados por naves indígenas. Sesenta portugueses perecieron y Magallanes destacó por su valentía salvando la vida del capitán Francisco Serrano. Hecho que se repetiría una semana más tarde, creándose una fuerte amistad entre nuestro protagonista y el capitán, que tendría su importancia más adelante.
En noviembre de 1510, estando en Cochín, a las órdenes del nuevo virrey Alfonso de Alburquerque, participó en la conquista de Goa la Vieja. Y en agosto de 1511, nuevamente junto al capitán Serrano, llevaron a cabo la conquista de Malaca. Desde ahí, volvió a Portugal.
En agosto de 1512 zarpó desde Lisboa, en esta ocasión a las órdenes de Jaime de Braganza, para sofocar el levantamiento en Azamor, en la actual Marruecos, donde fue herido en una pierna, quedando cojo el resto de su vida.
Tras esta expedición se le nombró responsable de la seguridad de los prisioneros de guerra y de la custodia del botín capturado a los moros.
En mayo de 1514 murió su principal valedor, Juan de Meneses, y los enemigos, envidiosos del cargo que tenía, iniciaron una campaña de desprestigio contra él, acusándole de apropiarse de fondos y de traficar con los presos, siendo destituido de su cargo, aunque posteriormente fue absuelto. A pesar de ello, no recibió un trato justo por parte de la casa real de Portugal cuando solicitó viajar a Las Molucas pues fue rechazado. Este hecho, le hizo salir de su país.
Trasladado a Sevilla, contrajo matrimonio con Beatriz Barbosa, hija del influyente Diego Barbosa quien le facilitaría más adelante una Real Audiencia con Carlos I.
Tuvo noticias de su amigo Francisco Serrano que indicaba que Las Molucas, isla de las especias, se encontraban mucho más lejos de Malaca y que posiblemente, de acuerdo al Tratado de Tordesillas de 1494, estaba en la demarcación castellana. A este hecho, hay que añadir el descubrimiento del Mar del Sur (Océano Pacífico) por parte de Vasco Núñez de Balboa en septiembre de 1513, por lo que sólo quedaba descubrir un paso que uniese los dos océanos, permitiendo a Castilla llegar a Las Molucas sin vulnerar ningún tratado.
Por ello, Magallanes decidió solicitar el apoyo de Castilla, renunciando públicamente a la ciudadanía portuguesa. La Corte de Lisboa intentó sin éxito boicotear la empresa que intentaba Magallanes.
Consiguió la aprobación por parte del recién coronado Carlos I el 22 de marzo de 1518 y que incluía una serie de privilegios, como exclusividad durante 10 años para viajes posteriores, además de participación en los beneficios de las especias que se obtuviesen. Ese mismo año se iniciaron los preparativos de la mayor gesta jamás realizada, sólo equiparable a la llegada a la luna.
Se prepararon 5 naves: la "Trinidad", la "San Antonio", la "Concepción", "la Victoria", la "Santiago". La tripulación estaba integrada por 240 hombres, entre los que destaca Juan Sebastián Elcano, maestre de la Concepción y posteriormente capitán de la Victoria quien lograría la gran gesta.
El 20 de septiembre de 1519, las 5 naves zarpaban desde Sanlúcar de Barrameda, haciendo escala en Tenerife, completando la tripulación hasta los 265 que iniciarían la expedición.
El 10 de enero de 1520 llegaron a la desembocadura del río de la Plata, que exploraron hasta el 7 de febrero buscando el paso interoceánico. 17 días más tarde llegaban a un golfo al que llamaron San Matías y más hacia el sur, llegaron al hoy en día conocido, Puerto Deseado, al que llamaron bahía de los Trabajos. El 31 de marzo arribaron al puerto que denominaron San Julián. El invierno había llegado al hemisferio sur y el frío era muy intenso. Los resentimientos acumulados durante el viaje salieron a la luz, sufriendo un motín que disolvió condenando a muerte a dos de los conspiradores y dejando en tierra a otros dos.
Durante el frío invierno, naufragó la "Santiago" mientras exploraba la costa hacia el sur, lo que obligó a la tripulación a volver a pie hasta San Julián, donde esperaba el resto de la expedición.
El 24 de agosto de 1520 reanudaron el viaje, aunque sólo avanzaron hasta la desembocadura del río Santa Cruz, donde se resguardaron a causa de los fuertes vientos que les impedía avanzar con cierta seguridad. Reiniciaron el viaje el 18 de octubre y 3 días más tarde divisaron y bautizaron el Cabo de las 1000 Vírgenes. Al estrecho le pusieron el nombre de Todos los Santos, coincidiendo con la festividad del día, el 1 de noviembre y que la historia rebautizó con su nombre. Perdura hasta hoy el nombre de Tierra de los Fuegos o Tierra de Fuego, en alusión a las hogueras de los campamentos indígenas que divisaban por la noche desde las naos.
En una exploración del estrecho, el capitán de la "San Antonio" fue hecho prisionero, desertando la tripulación y volviendo a España. Las restantes 3 embarcaciones siguieron navegando hacia el norte a lo largo de la costa chilena y después hacia el oeste hasta llegar el 6 de marzo a las Islas Marianas, que bautizaron con Islas de los Ladrones, pues los nativos, aunque amables, eran codiciosos y asaltaron las tres embarcaciones llevándose todo lo que pudieron, incluyendo vajillas y cuerdas.
Abastecidos de alimento fresco y agua, siguieron hasta el archipiélago de Filipinas, donde fueron recibidos con los brazos abiertos. Especial mención merece la visita a Cebú, donde el 14 de abril de 1521 se celebró la primera misa en tierra filipina. Magallanes regaló a la Reina Humamay una figura del Niño Jesús tallada en madera negra y que aún hoy se conserva en una capilla de la Basílica del Santo Niño.
Cito a Miquel Silvestre en su libro de la vuelta al mundo en moto sobre el último día de vida de Fernando de Magallanes, que no pudo llevarse la gloria de ser el primero en circunnavegar el planeta: "Magallanes murió el 27 de abril de 1521 sin ninguna necesidad, en una batalla absurda que bien podría haber evitado. Su muerte violenta fue el castigo a un acto temerario y gratuito. Su intento de invasión de Mactán es un símbolo de lo que los exploradores no deben hacer. [...] ese 27 de abril Fernando de Magallanes intentó una absurda incursión en Mactán con sólo cuarenta y nueve hombres para enfrentarse a mil quinientos indígenas comandados por Lapu Lapu. El motivo era simplemente el de halagar a su rival, Humabón, el rajá de Cebú, a quien el portugués había bautizado. Luego, el malnacido de Humabón, lejos de agradecer este sacrificio, se encargaría de matar a otros treinta españoles en una trampa disfrazada de amistosa invitación festiva.
Magallanes pereció heroicamente defendiendo la retirada de sus hombres cuando era evidente la superioridad numérica del enemigo, pero su muerte fue estúpida: no lo mató Lapu Lapu en un combate singular, como ahora afirma el romanticismo nacionalista filipino, sino que fue rodeado por una multitudinaria turba y golpeado y alanceado con todo lo que tenían. Un linchamiento cobarde. El resultado de la excursión resulta aún más penoso si pensamos que lo peor del viaje de Magallanes ya lo había superado en el Atlántico, al pasar el estrecho que lleva su nombre."