“Ninguna cosa le granjea más estimación a un príncipe que las grandes empresas y las acciones raras y maravillosas. De ello nos presenta nuestra era un admirable ejemplo en Fernando de Aragón, actualmente monarca de España”. Así de elogiosamente describía en 1513 en su tratado “El Príncipe” el político, funcionario y filósofo Nicolás Maquiavelo al rey Fernando de Aragón, a quien admiraba por sus virtudes de gobierno y, reconozcámoslo, por su animadversión al común enemigo francés.
Fernando II de Aragón, o Fernando el Católico, vino al mundo en marzo de 1452 en el Palacio de Sada, una residencia fortificada de la villa aragonesa de Sos del rey Católico a la que su madre Juana Enríquez, segunda esposa del Rey Juan II de Aragón, se aprestó a llegar desde la navarra Sangüesa donde residía cuando los dolores del parto anunciaban ya el alumbramiento, en un contexto muy complejo de luchas entre reinos, territorios y familias. El caso es que este niño, que no estaba destinado a ocupar el trono de Aragón, acabó heredando la corona al morir su hermanastro Carlos, príncipe de Viana, y lo que es más importante, fundando la monarquía hispánica, el imperio español y una estructura política sumamente eficaz al casar años más tarde con Isabel, heredera de la corona de Castilla.
Estos méritos y la belleza de las Cinco Villas aragonesas en un otoño que se resiste a ejercer como tal eran motivos más que suficientes para la Ruta Fernando el Católico seguida por la Delegación de Zaragoza del Silver Reader Motoclub el pasado 11 de noviembre, a la que no faltó, como ya es costumbre, una persistente lluvia que acompañó al grupo casi todo el día poniendo a prueba pilotos, máquinas y vestimentas, con desigual fortuna.
Tras partir de Villanueva de Gállego, la ruta nos llevó por los bellos montes de Castejón de Valdejasa hasta la pujante Ejea de los Caballeros, para atravesar luego Sádaba sin dejar de admirar su imponente y casi inalterado castillo del siglo XIII y, más tarde, la monumental Castiliscar, cuya iglesia románica alberga una talla de la Virgen con la mano apoyada en la mejilla que no tenemos tiempo de visitar, pero que bien merece una parada. Desde allí llegamos en un momento al casco antiguo de Sos para recorrer casi en exclusiva sus empedradas calles, disfrutando de este Conjunto Histórico-Artístico que constituye uno de los conjuntos medievales mejor conservados de España y un excelso plató de cine, como atestiguó el rodaje de La Vaquilla de Luis García Berlanga en el verano de 1984.
Con una ligera tregua de chubascos, seguimos nuestro rodar en busca de los límites de la provincia de Zaragoza, recalando esta vez en el Torreón de Navardún, impresionante único vestigio del siglo XIII del que fuera Palacio Episcopal del obispo de Pamplona, de la que nos separan escasas decenas de kilómetros.
Alimentado el espíritu, llega la hora de reponer fuerzas y lo hacemos sobradamente en El Jabalí de Lobera de Onsella, otro tesoro escondido en las Altas Cinco Villas al que se accede por la carretera autonómica A-2603, que poco más adelante concluye en Longás.
Sin conceder mucho tiempo a la sobremesa, retornamos a Zaragoza por Uncastillo, un itinerario diferente que nos regala un atardecer ya sin agua y un sinfín de imágenes y buenos recuerdos compartidos que tardaremos en borrar.
Gracias al niño que luego fue rey y sobre todo a los asistentes por hacerlo posible.
Santiago Izuel Navarro, socio 66.