27/06/2023
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Día 1: Murcia - Barcelona

El día amanece complicado. Anoche surgió de repente un problema familiar y precisamente el día de salida era el último en el que se podía solucionar. Toca retrasar la salida. Pero tenemos prisa, pues el ferry de esta noche no espera. Por suerte, la moto ya estaba cargada y todo lo necesario preparado.

Soy una persona que me gusta improvisar, pero siempre controlando lo controlable. Intento ser previsor y dejar todos los flecos que pueda, atados.

Apagado el fuego, arrancamos sobre las 10:30. Quería evitar el sol abrasador y salir muy temprano, pero resolver el problema era más importante.

El trayecto hasta el Puerto de Barcelona transcurre sin problemas. 

A la altura de Castellón, paramos en un área de servicio repleto de coches y gente que iban y venían. Era de estas áreas grandes con un puente que conecta con el área de sentido opuesto. Había tres motos aparcadas. Sus dueños habían dejado chaquetas, guantes y cascos encima de la moto y se habían ido. 

Estuvimos media hora allí, y los propietarios no aparecían. Me decía, seguro que no son españoles. ¡Qué confiados! Efectivamente, eran de Italia. Me sorprende que siendo mediterráneos, sean tan confiados. Por alguna razón, se tiene mucho aprecio por el bien ajeno. 

Llegamos al puerto. Tras pasar por las instalaciones de Grimaldi, metemos la moto en el aparcamiento previo al embarque, que se supone que comienza a las 7 de la tarde. 

La espera se hace larga, pues el ferry tardó más de la cuenta en desembarcar todos los vehículos que llevaba. Se retrasó hasta las 22 horas. El tiempo que estuvimos de plantón lo aprovechamos hablando con otros motoristas que llevaban el mismo destino. Todos italianos. No vimos ni una moto española. Me resulta

 curioso. 

Conocimos a una mujer de Padua, Marta, que venía de recorrer España en solitario sobre su Honda CBF 600. Marcaba más de 280.000 kms. Aunque me dice que la compró ya con 180.000, al menos eso entendí. Una mujer valiente. Compartimos nuestras redes sociales para mantener el contacto.

Por fin embarcamos. Dejamos que nos engulla ese gigantesco buque subiendo una rampa muy empinada. A pesar de las prisas que nos metía el técnico de cubierta, esperé a que la moto que nos precedía desapareciera de mi vista. Si se para justo al final de la rampa, me iba a quedar en una posición muy complicada. Una rampa metálica, mojada y una pendiente endiablada. Si nos paramos a mitad, tenemos un problema.

Una vez aparcada, descargamos con prisa para dirigirnos hacia los ascensores. Van llegando coches que conducen los operadores del ferry. Parecen coches nuevos sin matricular. Los van encajando uno a uno con apenas centímetros entre uno y otro. Requiere de una organización increíble, pues una vez aparcado, las puertas de ese coche quedan inutilizables, pues el siguiente vehículo aparca a escasos centímetros. Así lo van haciendo uno a uno. 

Tenemos que salir rápidamente de esa cubierta o quedaremos aprisionados, pues las motos están en una esquina.

Llegamos al camarote. Creo que no ha visto una bayeta en años. Acumula suciedad como nunca antes he visto. Ni siquiera en pensiones de mala muerte he visto cosa igual.  Ya lo sospechábamos, pues de camino a los camarotes, los cuartos donde guardan las sábanas tenían las puertas abiertas y pudimos ver que el sentido por la limpieza era nulo. Parecía un zulo. 

Día 2: Barcelona - Cerveteri

Sobrevivimos la noche. Amanezco con una alergia de caballo. Soy alérgico a los ácaros del polvo y aquello debía ser un balneario para ellos. Salimos de la habitación y recorremos el laberinto. El ferry es gigantesco. Logramos encontrar la cafetería donde teníamos contratado el desayuno. El precio es aceptable. 

No llegaremos a Civitavecchia hasta las 20 horas. La comida la haremos en la cubierta superior. Compramos pan en Barcelona y llevamos salchichón y jamón. 

Pasamos un día tranquilo cruzando el Mediterráneo. El tiempo acompañaba. 

A las 18 horas nos obligan a dejar los camarotes. No entiendo para qué tan temprano. Sé que no es para limpiar y cambiar sábanas les lleva 5 minutos por camarote. 

Hasta que no desembarcan los camiones, no nos dejan bajar a por las motos. Cuando nos dan permiso, hay que hacerlo a toda prisa. Una de las motos terminó besando el suelo. Al parecer el piloto se enganchó con una de las cinchas. Es un aviso, así que prestaré más atención.

Una vez fuera de esa mole, nos dirigimos hacia nuestro alojamiento, en una pedanía de Cerveteri, ubicado entre Civitavecchia y Roma. Nos tenemos que acostar temprano. Mañana habrá un día largo.

Día 3: Cerveteri - Bari

Seguimos deshojando la margarita. Tal y como aprendí de Miquel Silvestre en #nomadatv, madrugando, Roma se ve mucho mejor. Así que nos levantamos a las 4 de la mañana para salir en dirección a Roma, aunque no era nuestro destino, aprovechamos para hacer una pasada rápida por el centro y ver algunos monumentos. A pesar de que estaba el acceso abierto, la policía nos echó cuando llegamos al Coliseo. 

Seguimos nuestro camino recorriendo las murallas en dirección a la Vía Appia Antica, que originalmente era la ruta que partía desde Roma hasta Brindisium, (hoy Brindisi) y hasta Barum (hoy Bari). En este punto nos encontramos con nuestro primer problema. La bota izquierda de mi mujer quería tomar su propio camino. A pesar de ser festivo en Roma, encontramos en las afueras, tras dar muchas vueltas, una tienda en la que comprar dos botes de Loctite flexible. Problema resuelto. 

Continuamos nuestra ruta en dirección a Benevento, por donde pasaba la Via Appia y donde se encuentra el Arco de Trajano y un teatro romano. Tras la visita, la bota derecha emulaba a la izquierda, despegándose. Por suerte, encontré la solución en un chino. Cola de zapatero Pattex y cinta aislante. Esto se parece cada vez más a Mad Max. 

La jornada terminó en Bari, donde embarcaríamos en un ferry en dirección a Durres (Albania). Decir que el camarote del ferry de Adria era infinitamente más limpio que el de Grimaldi. 

El ferry zarpó con dos horas de retraso. Es decir a las 24 horas en lugar de las 22. Nuevamente, recomiendo camarote. Es como una noche de hotel, pero se avanza mientras se duerme.

Día 4: Bari - Tirana (Albania)

Nos metemos de lleno al lío. 30 de junio. Llegamos a Durrës (Albania). Es donde hace dos mil años empezaba la Via Egnatia, la ruta romana que recorría parte del imperio romano hasta Bizancio, o posteriormente Constantinopla, la actual Estambul. Éste era el origen de un viaje planificado con mimo para 2020 y que la

 pandemia truncó. 

El desembarco fue algo caótico, con largas esperas, pues las motos que íbamos en el ferry estábamos embutidos en una esquina a escasos centímetros de gigantescos camiones, encajados como un Tetris en la bodega y así aprovechar cada centímetro del barco. La descarga debía ser a la inversa de la carga. 

La salida del puerto es lenta. Albania no pertenece a la UE y por tanto todos pasamos un minucioso control de pasaportes y documentación de la moto. En el caso de los italianos, tenían que contratar un seguro para la moto. Por suerte, mi tarjeta verde sí cubre este país. 

Nuestra primera meta era cambiar Euros por Leks albaneses. Queríamos pasar un día en Tirana, la capital, y ver de primera mano cómo viven allí. 

Tomamos la SH56 dando un rodeo para poder sacarnos una foto junto al monumento Lapidari i Pezës, en honor a los comunistas de este lugar donde se creó en 1942 el Frente de Liberación Nacional, entre los cuales se encontraba el comunista Enver Hoxha, quien fuera más tarde el dictador de Albania.

Desde allí continuamos nuestra ruta hasta Tirana, donde habíamos reservado habitación en una casa de huéspedes regentada por Jetmira Dusha, una popular actriz de los años 80 en aquel país. 

Visitamos la ciudad, que turísticamente poco puede ofrecer, salvo un fragmento del muro de Berlín, un búnker que protegía la casa del presidente, la gran estatua de Skanderbeg, Jorge Castriota, héroe albanés del s. XV. Luchó para los otomanos logrando grandes victorias, hasta que decidió rebelarse contra ellos e iniciar la lucha por la independencia. La actual bandera de Albania con el águila bicéfala corresponde al estandarte de Skanderbeg.

Además de la catedral ortodoxa de arquitectura moderna y la mezquita de Et'hem Bey del siglo XVII

Tirana es una ciudad alegre, con mucho movimiento, muchas grandes obras que demuestra que la economía del país va como un cohete. Se traslada a lo que proyecta la gente por la calle. Se respira alegría, optimismo y simpatía. 

Además, la plaza de la ciudad estaba cerrada pues estaban montando un escenario para acoger un concierto de Enrique Iglesias que llenaría el ambiente acústico de la ciudad hasta tarde. 

Terminamos el día con una cerveza Elbar y un Kebap albanés.

Día 5: Tirana - Ohrid (Macedonia)

Continuando con mi relato, había llegado desde Durrës a Tirana el 30 de junio Tras el pertinente desayuno, tocaba continuar el recorrido de la ruta romana hacia nuestro siguiente destino, Ohrid (República de Macedonia), emulando a Miquel Silvestre en Operación Ararat, libro en el que nos habla de la Vía Egnatia con más detalle. (También tenéis en #nomadaTV el capítulo 8 de Diario de un Nómada-Operación Ararat, que os muestra más y con más detalle). Aunque haríamos algunas paradas antes. Una para ver el castillo de Petrelë cuyo origen se remonta al s. VI, aunque la actual estructura es del s.XV. Fue conquistado por Skanderbeg en su lucha contra los otomanos. Desde allí continuamos hacia Elbasan, por donde pasaba la Via Egnatia. De hecho, aunque no quede más que el recuerdo, la vía atraviesa el centro del casco urbano. Igualmente aún queda en pie parte de la muralla del antiguo castillo del s. XV.  La siguiente parada sería para visitar el puente de piedra de estilo románico de Kamara, del s. XVII. Aunque la Vía Egnatia bordeaba el lago de Ohrid por el norte, prefería hacerlo por el sur, pues el recorrido es más bello y de esta forma pasaría por delante del Parque Natural Galičica. Tras un recorrido por carreteras serpenteantes escalando lentamente, se llega a un mirador con unas preciosas vistas sobre el lago. Es también un lugar de despegue para quienes practican parapente.

Tras contemplar la belleza del entorno, nos dirigimos hacia nuestro destino con una parada rápida para ver los palafitos (reconstrucción) junto al lago. 

El apartamento de Ohrid se encontraba en el casco antiguo y el camino que me indicaba el GPS se empezó a complicar. Me dirigía hacia una calle cuya anchura era poco más que la moto con las maletas, con giros de noventa grados. Algo no me cuadraba. Pronto salió una vecina para indicarme el camino a tomar. El GPS recalculó la ruta y ya me llevó hasta la puerta del alojamiento sin contratiempos.

Una vez descargada la moto y tras la ducha pertinente para despegar el sudor y el polvo de la piel, iniciamos nuestro paseo por el casco antiguo de la ciudad. Aunque hay un teatro griego, una fortaleza, un monasterio, una universidad del s. IX (origen del alfabeto cirílico) y un casco antiguo agradable, lo más conocido es la Iglesia de San Juan Kaneo, de visita obligatoria.

Día 6: Ohrid - Tesalónica (Grecia)

Seguimos con el viaje. 2 de julio. La lluvia me despertó a las dos de la madrugada. Caía agua con fuerza. Por suerte amaneció nublado pero con las nubes ya de retiro. Pronto el sol haría acto de presencia para deshidratarnos el resto del día.

Nuestra próxima parada iba a ser una ciudad fundada por el padre de Alejandro Magno, Filipo II. Hablamos de Heraclea Lyncestis, a las afueras de la actual ciudad de Bitola. 

El guardia se negaba a que volara el dron, pero mi insistencia persuasiva le doblegó y pude sacar a volar a mi pequeño aparato volador. 

El teatro de la ciudad, sin embargo, es de época romana, cuya construcción fue ordenada por el emperador Adriano.

Seguimos nuestro camino en dirección a Grecia. Cruzamos la frontera por Medzhitlija. 

En Édessa paramos a ver el puente bizantino y las cascadas para proseguir nuestro camino hasta la ciudad de Pella, donde visitaríamos la antigua ciudad griega, que llegó a ser capital del Reino de Macedonia. 

Desde allí nos dirigimos a la ciudad de Salónica o Tesalónica, donde  nos hospedamos en un hotel venido a menos ubicado en la misma Avenida Egnatia. Las habitaciones estaban decoradas con cuadros de gustos estrafalarios y con cierta perversión. 

La noche la terminamos cenando cerca del hotel, exhaustos por una jornada larga bajo un sol implacable. Eso sí, la cerveza de nombre impronunciable estaba fresca y buena. A destacar el excelente trato del ayudante del camarero. Joven pero con tremendas ganas de trabajar y agradar a la clientela. Siempre presto y de trato agradable.

 

Día 7: Tesalónica - Kesan (Turquía)

En el episodio de ayer terminamos en Salónica, durmiendo rodeados de cuadros que mataban la libido. El hotel tenía un ascensor diminuto y las puertas no parecían estar bien sujetas a la pared. El desayuno en la quinta planta era justo, aunque suficiente. La decoración de esta estancia me hacía pensar que debía tratarse de algún familiar el que se encargó. Lo único positivo es que es el más económico del centro.

Cleopatra durmió en la calle, delante de la misma puerta del hotel, en la línea de visión del recepcionista, pues había servicio 24 horas. La noche antes comprobé que había motos de otros viajeros delante de otros hoteles, por lo que deduje que no debía haber problemas de anhelo por lo ajeno.

Arrancamos sobre las 9:30 y aprovechamos para ver la Torre Blanca de Tesalónica, el Arco de Galerio, sobre la misma Via Egnatia, y poca cosa más. 

Salimos del caos circulatorio que ocasionaban las obras, creo que del metro, para dirigirnos en dirección a Kavala. A diez kilómetros de ahí se encuentra la antigua ciudad de Filipos, fundada por Filipo II y zona de paso de la Vía Egnatia hacia Bizancio, la actual Estambul. Lo más destacable es el teatro y la basílica, de época romana, aunque ésta estaba bajo mantenimiento y no nos pudimos acercar demasiado. 

Antes de entrar, nos cambiamos en el parking, dejando trajes y botas encima de la moto, aparcada a la sombra de unos árboles. Los cascos y el dron, pues no me dejaron volar, lo dejamos con el recepcionista, que también tenía moto.

Proseguimos nuestro viaje en dirección a Turquía, donde haríamos noche en Kesan, una ciudad a pocos kilómetros de la frontera con Grecia. Dormir en Turquía es más barato que en Grecia. 

Pero antes haríamos una parada en Kavala para contemplar un tramo de la Vía Egnatia que aún se conserva como camino peatonal a las afueras de la ciudad. 

Aprovechamos la ruta para hacer parte del recorrido atravesando el Parque Natural de Nestos. Por desgracia comenzó a llover y robó algo de encanto a la ruta. En cambio bajó el mercurio del termómetro, que también era de agradecer. 

La frontera de Grecia con Turquía era pesada. Muy pesada. Empezando para salir de Grecia. Innumerables coches de todos los países europeos, entran a Turquía por este mismo punto. Es la salida de la Unión Europea y los controles son lentos y exhaustivos. 

En cuanto salimos del abrigo de la Unión, vemos que la seguridad en Turquía se multiplica. El río Maritsa, frontera natural entre ambos países está custodiada por militares armados. Y el paso administrativo requiere entrega de documentación personal, de la moto y finalmente fotografía ante una cámara delante del oficial de aduanas. 

Este país controla mucho a los visitantes. Incluso en los repostajes registran la matrícula del vehículo dejando "migas de pan" por donde vamos pasando.

Llegamos con el depósito apurado, pues intuía que la gasolina sería más barata que en Grecia. Y no me equivocaba. El litro estaba a 26 liras. Teniendo en cuenta que 1 € son 28 liras, estamos repostando a menos de un Euro el litro. Una gran noticia. 

Ya en Kesan, nos registramos en el hotel que reservamos dos días antes a través de Booking. Por cierto, Booking no funciona en Turquía. Al menos no normalmente. Ya desvelaré más adelante cómo usarlo e ir reservando día a día, pues a partir de Estambul, no teníamos nada reservado. 

Terminamos la noche en el restaurante del hotel, refrescándome con mi primera Efes, que tantas ganas tenía de probar tras ver a Miquel Silvestre degustarlas en sus programas.

 

Día 8: Kesan - Estambul

Amanece el día 4 de julio con el astro rey sin mostrar clemencia alguna. Hacía calor ya muy de mañana. Estamos en Kesan. Desayunamos a las 7:30 en la cafetería del hotel con vistas al lago que se encuentra a un tiro de piedra. Nuestro plan del día es sencillo. Recorrer los 232 kms que nos separan de Estambul donde nos esperaba una habitación de hotel en el barrio de Sultanahmet, cerca de los lugares más emblemáticos. 

Éste era el destino final de la ruta que había planeado para 2020. Pero, aprovechando que iba a llegar hasta aquí, ¿por qué no un poco más? Pero eso ya lo contaré más adelante. 

Antes de seguir la ruta, debíamos adentrarnos en Kesan y buscar una tienda de Turkcell. Es la que ofrece mejor cobertura en todo el país. En la frontera había una tienda dirigida a turistas y ofrecían tarjeta prepago por 40 € con 8 GB de datos y 250 minutos. Sin embargo, antes de salir de España, vi que por 220 liras (8 €) estaban los 20GB y 1000 minutos. Ya en la tienda me dijeron que eso era el paquete de recarga y que antes hay que adquirir la tarjeta por 900 liras  (32€). La falta de entendimiento, me hizo gastarme los 40 €. Después supe que las 900 liras ya incluía 20GB y 1.000 minutos, así que me junté con 40GB y 2.000 minutos más otros 10 GB que me regaló Turkcell. ¿Para qué quería yo 50 GB? Bueno, para la siguiente ya lo he aprendido y para vosotros lectores, os aconsejo que también hay paquetes de 10GB, aún más económicos y más que suficiente. Pero no caigáis en la oferta del duty free en la frontera.

Junto a la tienda de telefonía se nos acercó un niño de unos 6 años con dos paquetes de pañuelos. Nos los quería vender. Pero pronto pasó por delante un anciano en un ciclomotor del siglo pasado y le espetó algo que no pude entender, pero el niño se esfumó. Tenía claro que allí se respeta al turista.

Nos dirigimos en dirección a Estambul, por la vía rápida. Queríamos aprovechar ese primer día para hacer una visita a la zona de las mezquitas. 

Estambul es una ciudad inmensa. No sé cuántos kilómetros recorrimos hasta llegar a nuestro destino. El acceso tiene un tráfico infernal para después disiparse al llegar al distrito financiero, con rascacielos acristalados, hoteles de lujo y anchas avenidas. Como cualquier gran ciudad occidental.

Finalmente llegamos al barrio turístico recorriendo la avenida Kennedy, flanqueada a un lado por el mar y al otro por la muralla de la época de Constantino.

El hotel cuya fachada está forrada de madera, se encuentra muy cerca de las dos grandes mezquitas. 

Tardamos poco en descargar la moto, ducharnos y cambiarnos. Un joven botones nos ayuda a cargar con las mochilas para subirlas a la segunda planta. 

Cleopatra durmió en un parking al aire libre a escasos metros del hotel, embutida entre coches. Me cobraron 20 € por dos noches y por más que lo intenté, no quisieron rebajarme, a pesar de ocupar menos que un coche. Se aprovecharon de la ausencia de espacio en zona pública incluso para una moto.

Recorrimos el hipódromo, del que no queda nada, salvo los dos obeliscos, el de Constantino, anterior al s. X y el de Teodosio, de origen egipcio de la época del faraón Tutmosis III (1479-1450 a.C.) y trasladado a ese lugar por el emperador Teodosio en el 357 para conmemorar sus 20 años de mandato.

La visita a las mezquitas debían esperar al día siguiente para evitar la masificación. Así que visitamos la Cisterna Basílica. Construida por orden de Constantino I, es una infraestructura subterránea con numerosas columnas, algunas con base de Medusa, y que servía para almacenar y proveer agua al Gran Palacio de Constantinopla. Con la reconquista de la ciudad por parte de los otomanos, cayó en desuso hasta que se re-descubrió 100 años después. No fue hasta la década de los 80 del siglo pasado, cuando se restauró para su uso turístico.

Seguimos nuestro recorrido por el Gran Bazar, hasta llegar a la Gran Mezquita de Suleiman del s. XVI y tan imponente como las dos más conocidas, la Mezquita Azul y Santa Sofía. 

De camino al Bazar de las Especias, atravesando unas calles comerciales con pocos turistas, pues la mayoría eran autóctonos, degustamos un té y el dulce local, Künefe. Combina el queso con el almíbar y pistacho espolvoreado. La masa no tengo claro de qué estaba hecha.

El bazar de las especias es todo un placer para el olfato. Había oído y leído que resultaba agobiante y cargante, pero discrepo. A mí me gustaba y a mi mujer también.

Terminamos la jornada cenando en el restaurante del hotel, con vistas a la Mezquita Azul y al Bósforo. Había que descansar para madrugar y visitar las dos mezquitas bien temprano.

 

Día 9: Estambul

Es miércoles 5 de julio. A las 9 abre la Mezquita Azul al público. Hay que aprovechar para ser de los primeros y evitar al máximo las manchas de "mosquitos" en las fotos. 

Nuestro hotel se encuentra a escasos 5 minutos a paso ligero. Así que a las 8 ya estábamos desayunando el típico desayuno turco con pepino, aceitunas y tomate que tan bueno es contra el estreñimiento. Acompañado además de unas tostadas y un café y las hermosas vistas a la mezquita. 

Anoche descubrí que el adhan lo cantan a las 4:36 y la cercanía a las dos grandes mezquitas permiten entender perfectamente el cántico. Los dos almuédanos lo  cantan de forma coordinada para no solaparse y casi parecen Camela cantándose el uno al otro intercalando sus frases. Tiene su encanto, pero interrumpe el sueño si duermes con las ventanas abiertas.

Arrancamos en dirección a la primera de las mezquitas donde hay que acceder con pantalón largo, en el caso de los hombres, y con el pelo y las piernas cubiertas, en el caso de las mujeres. Incluso, para los menos preparados, dejan un pañuelo y una falda larga a la entrada. Sobra decir que hay que descalzarse para pisar la mezquita enmoquetada.

Al entrar impresiona ver un lugar cubierto y tan diáfano con cuatro impresionantes columnas solamente. 

La siguiente visita era a Santa Sofía, muy distinta a la anterior, aunque a mí personalmente me gustó más.

El resto del día, aprovechando que estaba algo nublado y el calor nos daba una tregua, lo dedicamos a pasear por el barrio de Sultanahmet, terminando con una cena en una terraza ubicada entre las dos mezquitas donde por respeto no ser servía alcohol. Había música turca con un derviche bailando. Es increíble cómo mantienen el equilibrio tras innumerables giros. 

Nos fuimos a un bar al lado del hotel donde quería despedir la noche de Estambul con una cerveza mientras planificaba el día siguiente. 

En este sitio tuve la única experiencia que no me gustó. Tras pagar la cerveza y el té, los camareros decidieron que el cambio no debía llegar nunca a mi mesa. No era mucho. Sólo 30 liras, pero no me gusta que abusen. La vueltas hay que darlas y el bote se lo tienen que ganar con un buen trato y servicio. 

Como dije el otro día, había planificado la ruta hasta Estambul por la Vía Egnatia para 2020. Y desde aquí tocaba volver por Bulgaria, pero tras ver #expediciontrajano de Miquel Silvestre, no podía llegar hasta aquí y no intentar ver al menos algo de lo que nos enseñó. Sería un pecado. 

La ruta para el día siguiente iba a ser muy ambiciosa. Quería darle un buen bocado al mapa. El tiempo del que disponía para este viaje era limitado por razones familiares y eso me obligaba a realizar una jornada productiva. Quería salir a buena hora, llegar a Bergama para visitar las ruinas de Bérgamo y que se pueden ver en el capítulo 5 de la temporada 2 de #expediciontrajano. Después, avanzar hasta cerca de Éfeso para hacer noche y visitar ese lugar a primera hora del día siguiente. 

Como os anticipé, Booking está vetado en Turquía y en cuanto la red detecta una conexión desde una antena turca, da error, lo mismo da que sea Wifi que telefonía. Así que hay tres opciones. O bien nos limitamos a Google, o bien usamos una plataforma que sí funciona en Turquía, lo que requiere darse de alta y todo ese rollo, o bien usar Booking con un VPN. 

El VPN es una aplicación para el móvil. Son de pago, pero tienen un uso básico gratuito, que para este caso es más que suficiente. Esta aplicación hay que abrirla antes de usar la APP de Booking. Se selecciona el país desde el que se quiere navegar, por ejemplo España, y se ejecuta. Al instante, la conexión de internet se deriva a través de una IP española. Se ejecuta Booking y funciona perfectamente. 

Aunque no la usé esa noche para reservar, pues no sabía si llegaría, sí pude ver los precios, la disponibilidad y la ubicación. Tocaba acostarse para dormir en dos fases, una hasta las 4:36 y el resto a continuación.

Día 10: Estambul - Selçuk

4:36 de la madrugada. El almuédano me había despertado de mi sueño. Ya es jueves, 6 de julio. Me quedan algo más de dos horas de sueño para levantarme y preparar la salida del hotel. Ayer nos cambiaron de habitación, pues una avería en una tubería de agua había convertido el cuarto de baño en una pequeña cascada. Esta habitación era más grande y de superior categoría. Pero a mí eso me daba igual. Yo sólo quiero una cama cómoda, aire acondicionado por si el calor aprieta y un baño. Nada más.

Desayunamos a las 8 de la mañana, cuando abría la cafetería del hotel, con vistas al Bósforo y a la mezquita. Las gaviotas hicieron acto de presencia, pero no entraban al comedor.

Cleopatra seguía tal y como la dejé en su aparcamiento público, pero los coches que la tenía aprisionada habían desaparecido. 

Amanecí con síntomas de alergia que me complicarían la primera mitad del día. Pero había que continuar. Con minucioso rigor metí todo nuestro equipaje en sus bolsas y las atamos a la moto. Conversamos un buen rato con el recepcionista del hotel. El de aquella mañana era un joven tunecino, que vivía en Estambul, buscándose la vida. Su sueño era comprarse una moto de 250 y viajar con ella. Me contaba que un amigo sueco que vivía allí, se había ido unos meses de viaje por Tailandia y los países colindantes y que él lo quería emular. Era consciente de que, como tunecino, tenía complicado poder viajar por Europa. Requería demasiados visados difíciles de conseguir, algo que por Asia resultaba más fácil.

Cruzamos el cuerno de oro sobre el puente de Gálata, con los ojos puestos sobre la torre del mismo nombre. El recorrido hasta llegar al puente del Bósforo es bonito, aunque el tráfico es endemoniado. Hay que avanzar. 

Recorremos la parte asiática de Estambul con una zona llena de rascacielos cubiertos de cristal hasta llegar a una gasolinera a repostar. 26 Liras por litro. Es hasta placentero. Así se pueden recorrer kilómetros sin violentar la cuenta corriente. 

Continuamos hasta llegar al imponente puente  Osman Gazi. 2620 metros de cemento y acero colgando a 64 metros sobre el golfo de Izmit. 

A partir de ese momento, carretera y manta. Nos quedaban 320 kms de carretera bajo un sol ardiente que pondría a prueba nuestra capacidad de sufrimiento. Habíamos perdido mucho tiempo para salir de Estambul. 

A pesar de todo, a las cuatro de la tarde ya habíamos llegado a nuestro primer destino, Pérgamo. Se puede subir a pie o en teleférico. No es barato. Nos soplan 400 liras por los dos, pero nos ahorramos subir vestidos de astronautas a pie con 40 grados de horno. 

Estar aquí es un éxito. Para algunos serán un montón de escombros  y piedras tirados por el suelo, pero es la cuna de nuestra civilización. Haber llegado hasta aquí, en moto y con mi mujer no tiene precio. 

No os voy a relatar nada más, pues tenéis el episodio 5 de la temporada 2 de #expediciontrajano de Miquel Silvestre que os lo explica mucho mejor que yo. Os lo recomiendo. Os gustará.

Aproveché la tarjeta SIM de Turkcell para llamar al hotel más barato cerca de Éfeso donde nos íbamos a hospedar y reservamos habitación. Viajamos en low cost, pues eso nos permite con el mismo presupuesto viajar más. No buscamos lujos. El lujo es estar aquí.

Seguimos nuestro camino hasta llegar a Selçuk. Tres horas de camino que resultaron agotadores. La distancia a casa le pasaba factura a mi mujer. Es madre y las madres llevan peor la separación con sus retoños. 

De allí nos dirigimos al hotel, situado a pocos kilómetros con un anfitrión peculiar, aunque se esforzaba por hacer nuestra estancia agradable. Se trata de Attila, el mismo que conoció Miquel Silvestre en #expediciontrajano. Lo tenéis en el episodio 6 de la temporada 2.

El hotel no tiene servicio de cocina. Nos dice que no merece la pena. Por muy poco, pide la comida por teléfono y se la llevan. Le dejé que nos sorprendiera y pidió un plato típico turco que se asemeja a una pizza. No recuerdo el nombre. Estaba buena. 

Poco antes de cenar nos visitó una tormenta que dejó un pequeño chaparrón para garantizarnos un ambiente caluroso y húmedo al día siguiente. 

El calor y la distancia estaba haciendo mella en mi mujer. Quería que disfrutara del viaje, no que lo sufriera. Decidí hacer recortes tanto en la ruta como en las visitas que tenía programadas. Por suerte, llevaba todo bien planificado y lo tenía todo muy claro, por lo que me resultó fácil reajustar los planes. Tuve que amputar de la ruta Mileto, Didima, Euromos, Stratonikea y Aphrodisias. Con ello además ganaba un día. 

Pero al día siguiente me vería obligado a reajustar algo más que me resultaría más doloroso, pues había pasado mucho tiempo delante de la pantalla con Google Maps planificándolo. Pero ese relato corresponde al día siguiente.

 

Día 11: Selçuk - Éfeso - Pamukkale

"A quien madruga, Dios le ayuda", eso me decía mi madre de pequeño. Yo no sé si el todopoderoso ayuda al madrugador, pero sí sé, que madrugando llego temprano a los sitios, están menos masificados y se disfrutan más. Ya lo experimenté en julio de 2018, atravesando a las 7 de la mañana la Puerta de Pile de Dubrovnik. La perla del Adriático para nosotros solos. O casi solos. A las 11 ya habíamos pateado todo el casco antiguo, justo a tiempo para que llegaran los turistas en las ciudades flotantes para convertir la ciudad en una avalancha humana. Que les aproveche.

El sitio arqueológico de Éfeso abría a las 8 de la mañana. Había comprado las entradas en Pérgamo, en concreto el Museum Pass que da acceso a todos los sitios arqueológicos con un único pase, tal y como aprendí viendo #expediciontrajano. 

Según llegamos, nos saltamos la cola de las taquillas y pasamos las tarjetas por el lector del torno de acceso. A las 08:01 estábamos dentro. Ahora a seguir los trucos de Miquel Silvestre para tener una experiencia única de la visita. 

Como podéis ver, la bandera del Silver Reader Motoclub luce delante de la Biblioteca de Celso al fondo sin turistas. Estas fotos molan. Molan mucho.

A pesar de la caída del Imperio Romano, Apolo seguía haciendo su trabajo y lanzaba ardientes rayos sobre nosotros. Cada minuto que pasaba, la temperatura subía. 

A pesar de todo, Éfeso impresiona. Hay que visitarlo. Y si se conquista sobre una montura como los antiguos romanos, mucho mejor. Lo hace especial.

Volvemos al hotel donde dejamos nuestra ropa de moto y equipaje.  La última media hora de la visita se hizo dura por el calor. La siguiente parada era Magnesia. Tenía que ir a ver el Estadio. 

Llegamos al yacimiento y el bono nos permite entrar sin pago adicional. Dejamos cascos y chaquetas con el recepcionista. En comparación con Éfeso, éste lugar está muy solitario. No hay turistas. En la entrada hay una terraza con varias mesas. Dos de ellas ocupadas. En una de las mesas estaban almorzando tres empleados del servicio de basuras municipal. 

Entramos al sitio arqueológico y vemos el plano. Nos indica el camino hacia el estadio y hacia el teatro. Empezamos a caminar pero pronto percibimos que este lugar no cuenta con un elevado presupuesto. Las ruinas se limitan a algún que otra excavación y unas pocas columnas. Al rato aparecen detrás de un seto una pareja francesa de mediana edad con claros signos de agotamiento. Nos preguntan por el estadio. Contesto "je ne c'est pas". Nos dicen que llevan un buen rato buscando y nada de nada. Que se iban sin verlo. 

Veo que el supuesto camino que lleva a la mastodóntica excavación muere en un seto delante de una valla. Idéntica situación se produce con el teatro. Parece ser que el plano de la entrada muestra lo que el yacimiento llegará a ser en un futuro. 

No me iba a ir de manos vacías. He sudado mucho para no ver lo que busco. Así que decidí sacar a volar mi dron y buscarlo por el aire. 

Parece sencillo buscar desde lo alto, pero eso es cuando se vuela a mucha altitud. Yo no quería llamar la atención así que mantuve el cuadricóptero en unos 60 metros de altura. Al cabo de un rato lo divisé. Allí estaba majestuoso. Esperándome. Divisé un camino que llevaba hasta él. Pero la distancia era larga para hacerla a pie. 

A la salida compramos una botella de agua pequeña para hidratarnos y salir sobre Cleopatra en busca del anhelado destino. Le insistí al camarero que sólo quería una. Era suficiente y no quería cargar con una segunda porque no cabía en las maletas. Mientras bebíamos se produjo un suceso al que no estamos acostumbrados en occidente. Uno de los basureros se acercó a la nevera, sacó una botella de agua y se la dio a mi mujer. Él la pagaba. No es el precio del agua. Es el detalle. Esto mismo nos sucedería unas cuantas veces más. Resulta muy emotivo. Gente que sabe que tienen menos que nosotros y sin embargo cuidan al viajero. 

Recorremos con la moto un sendero hasta llegar a una verja que da acceso al estadio. Está cerrada y el paso está prohibido. No hay acceso. Al menos lo grabaré con el dron y lo veré desde las alturas. 

Busco también el teatro. No lo encuentro, pero cuando iba a tirar la toalla, diviso una media luna cubierta de vegetación. Allí está. Aún no ha sido excavado. O al menos no en su totalidad. 

Se nos hace tarde. En este momento es cuando echo cuentas del tiempo. Tengo que hacer que mi acompañante disfrute del viaje. Que no lo sufra. Mileto se cae. Desde Magnesia sería 50 kilómetros de ida y vuelta más el tiempo de la visita. Seguramente dos horas. Dos horas que se convertirían en 24, pues tendría que dejar para el día siguiente la visita a Hierápolis. 

El calor me obligaba a prescindir también de una ruta planificada con mucho mimo por la Turquía profunda. Cogiendo carreteras que ni Google Maps tenía catalogadas como tal. Escudriñé el mapa satelital para trazar un camino desde Stratonikea hasta Pamukkale. Una ruta que nos hubiera llevado cinco horas y media para recorrer los 235 kms de pura esencia otomana. Pero no podía ser. A 40 grados me iba a costar un disgusto.

Puse rumbo a un hotel en Pamukkale, gracias al VPN y Booking. Era el Pinar Vintage House. Lo mejor, el precio. 

Las carreteras turcas son realmente buenas. Aunque no son autopistas, la mayoría de las carreteras se asemejan a nuestras vías rápidas desdobladas. Doble carril para cada sentido con la peculiaridad de que cada pocos kilómetros hay pequeñas rotondas en las medianas, por lo que se van incorporando coches por la izquierda o frenan para realizar un cambio de sentido o de rumbo. Además atraviesan pueblos y ciudades.

La alergia había hecho de nuevo acto de presencia. Tocaba padecer de nuevo. 

Tardamos tres horas y media para recorrer los 165 kilómetros de distancia. Son casi las 17 horas. Perfecto. Descargamos la moto, nos damos una ducha y nos acercamos al yacimiento arqueológico. Justo a la mejor hora. Por la tarde. Esto también lo aprendí de Miquel Silvestre. Nómadatv es mucho más de lo que nos creemos. Además de ser aventura y cultural, es toda una enciclopedia para ahorrar tiempo en los viajes. 

En mi viaje a los Balcanes de 2018, de no ser por un libro de Miquel Silvestre, habría pasado muy cerca de la Tvrdava Spanjola, en Herceg Novi sin verla. Lo habría lamentado. Por suerte, la pude visitar.

La antigua ciudad de Hierápolis es inmensa. En la entrada quedaban dos tuc-tuc que sabía que era necesario alquilar para poder moverme rápidamente por esa inmensidad arqueológica. Una maravilla. 

Las visitas de este día y mucho más las tenéis en la temporada 2 y 3 de #expediciontrajano. 

La necrópolis resulta un lugar mágico para recorrer al atardecer. Hay pocos turistas y los panteones parecen acoger aún a sus antiguos moradores mientras los rojizos rayos de poniente proyectan largas sombras.

Los travertinos se llenaban de gente local y turistas que se aventuraban a través del suelo resbaladizo para sumergir sus cuerpos en aguas ricas de calcio. 

Tocaba devolver el tuc-tuc. Pronto supe por varios visitantes que había hecho lo correcto. Estaban exhaustos de caminar bajo el sol y  respirando un aire seco que dejaba los labios acartonados. Pero nosotros nos movíamos en tuc-tuc.

Echamos el telón sentados en la terraza del hotel con una Efes y una cena típica turca. Había que recargar las pilas para el día siguiente. Tocaba iniciar la vuelta a casa y no tenía claro hasta dónde llegaríamos. 

Más adelante descubriréis que la vuelta no era directa. Aún quedaba mucho por recorrer.

 

Día 12: Pamukkale - Kesan

Ya es 8 de julio y toca emprender el viaje de vuelta. Hemos dormido mejor de lo que esperábamos. Los sitios baratos no ofrecen lujos, pero casi siempre te muestran un pedacito de la realidad de otras personas. Cada uno tiene sus peculiaridades. Todos somos de alguna forma algo raros. Estoy seguro de que los demás pensarán lo mismo de mi. He ahí lo bonito. 

En la habitación de al lado se alojaba una extraña pareja que apenas salía de la habitación. Anoche cenaron pollo. Había restos en el pasillo. Se les debió caer al tirar la basura.

Desayunamos en la terraza junto a la piscina. En la mesa de al lado había una pareja rusa. No sabía si eran los dueños de las dos motos rusas que había en la puerta y que debieron llegar anoche muy tarde.

Los rusos habitualmente son ruidosos y despreocupados con sus gestos y palabras, sin embargo a éstos apenas se les escuchaba. Terminaron pronto y se fueron.

Mientras cargaba la moto aparecieron dos varones rusos, que eran los propietarios de las motos. Subían a ver Hierápolis. No mostraron mucho interés por entablar conversación. Siguieron su camino y nosotros el nuestro.

El día se antojaba de puro trámite. Mucha carretera con mucho calor y a ver hasta dónde llegamos. Sin embargo, si abrís los ojos y prestáis atención, siempre habrá algo que os sorprenda. 

Era poco después de las 16:30. Habíamos logrado contra todo pronóstico avanzar 400 kms y nos encontrábamos a escasos 60 de Çanakkale. Habíamos parado a repostar. Aprovechando que tenían una pequeña pérgola con mesa y asientos, fui a comprar dos refrescos. Cuando fui a pagar, se acercó un señor con otro refresco para él e insistió en invitarnos. No lo conocía de nada. Ya me pasó en Magnesia con el agua y también me pasó en otros dos sitios más. 

Los tres nos sentamos a la sombra a charlar. Él hablaba en turco y yo en español e inglés. Lo mismo daba, él no me entendía. Pero le debía ese momento y me lo debía a mí. 

Mantuvimos diez minutos de charla, lo que tardó en fumarse dos cigarrillos y su refresco, para después despedirse y alejarse montado sobre su motito con sidecar. Simplemente un momento excepcional. 

Las gentes de Turquía son tremendamente hospitalarias. Pero es que aún hay personas a los que les cuento mi experiencia, y sin haber estado nunca allí, me dicen que no tengo razón. Nos dejamos llevar por nuestros prejuicios y hacemos demasiado caso a los "cuñaos".

Seguimos nuestra ruta hasta llegar bajo una ligera lluvia al famoso Caballo de Troya que nos enseña Miquel Silvestre en su #expediciontrajano. Conforme bajo la pata de cabra y apago el motor, se activa un mecanismo para que deje de llover. Y al quitarme el casco, aparece una brisa que empuja las nubes lejos de nosotros. 

El caballo es una imponente estatua de madera que atrae a muchos turistas. Es la misma que se utilizó para la película de Brad Pitt. Históricamente no aporta nada, pero mola para la foto. Hemos estado allí.

Son casi las 6 de la tarde y hay que buscar alojamiento. Sin embargo los precios son disparatados. Están fuera de mi presupuesto. Aquello es zona turística. 

Decidimos buscar en dirección al norte, recorriendo en Booking el trayecto que vamos a seguir hasta llegar a Kesan, donde habíamos dormido la primera noche en Turquía. 

Ni siquiera allí encuentro hotel. 

Bueno, seguiremos ruta mientras haya sol y luego lo intentamos de nuevo. Cruzamos los Dardanelos en ferry e iniciamos ruta hacia Gallipoli. 

Finalmente logro habitación en un hostal a un precio abusivo en el centro de Keşan. Es lo único disponible. Nos clavó 2.000 Liras por un cuchitril. Pero es lo único que encontramos. 570 kms nos metimos en el cuerpo. Mi mujer aguantó como una campeona.

Al día siguiente supimos que había un evento militar internacional y que había atraído muchos familiares de los países bálticos para ver a sus hijos desfilar. Los hoteles estaban completos y los avariciosos hicieron su agosto.

Cenamos en un Kebab cercano con un camarero muy simpático a un módico precio. Turquía es barata.

Mañana toca seguir la ruta en dirección a Bulgaria. Aún queda viaje para rato.

 

Día 13: Kesan - Plovdiv (Bulgaria)

Me despierto con las 2.000 Liras como primer pensamiento. Me cago en el dueño. La habitación no tiene ni aire acondicionado. Tan sólo un ventilador sucio que no me atreví a poner por si esparcía los ácaros por toda la habitación, y una ventana con vistas a un patio. 

La habitación estaba reformada, pero entrar en el cuarto de baño era viajar en el tiempo. No había plato de ducha. Sólo había un desagüe en el suelo pero la inclinación llevaba el agua hacia la habitación. Supongo que lo sabían porque habían dejado una escobilla limpiacristales con palo. Así que, mientras me duchaba, practicaba para gondolero empujando el agua hacia el desagüe. 

Puntuales como un reloj suizo nos sentamos a las 8 a tomar el desayuno. Cinco rodajas de tomate, cinco de pepino, seis aceitunas, un poco de queso, una loncha de jamón de pavo, un huevo duro, mantequilla, mermelada, crema de cacahuete, pan y té. Desayuno turco anoréxico. Tenía pensado desquitarme con el desayuno, pero no es bufé. 

Cleopatra durmió en la calle y como es habitual en Turquía, ni un solo problema. Allí estaba tal y como la dejé. Con su pose imponente y sin pestañear. 

Nuestro destino de hoy es Plovdiv, en Bulgaria. En esa ciudad nos enseñó Miquel Silvestre en #expediciontrajano el teatro romano. Pero esta visita ya la tenía programada en la ruta que tenía prevista para 2020. Sé que tiene más que mostrar. 

Me preocupa también el viaje de vuelta a España. En principio tenía previsto volver por Francia, pero los disturbios me preocupan, pues tengo que hacer noche. La alternativa es el ferry desde Génova, pero he visto que los precios se han duplicado. Bueno, ya pensaré en ello. Aún estamos lejos.

Arrancamos y salimos en dirección a la frontera. Edirne será la última ciudad que crucemos. Antes de salir de Turquía llenaremos el depósito. Dudo que en Bulgaria esté más barata. 

Aprovechamos para almorzar un pan con un refresco y un dulce de hojaldre. El pan está espectacular. Nos lo comemos en la mesa que había en el porche de la panadería. 

Seguimos nuestro camino hacia la frontera. Se encuentra en el trifinio de Turquía, Bulgaria y Grecia. La cola avanza muy lentamente. Media hora después pasábamos el primer control turco y enseguida el segundo. 

Al llegar a la aduana de Bulgaria nos encontramos con el tapón. Se nos va a ir al menos una hora o más. Sin embargo, un transportista me indica que las motos pueden saltarse la cola. Al principio dudo, pero me salió la vena española y pensé: "¿Y por qué no?". Las sardinas enlatadas llevan aire acondicionado y yo me estoy tostando." Avanzo por entre los coches y me coloco al lado del primer coche detrás del que están atendiendo. Me bajo de la moto con los papeles en la mano y me planto en la caseta ante la mirada furiosa de los que esperaban pacientemente. Lo siento. No me siento cómodo haciéndolo, pero me paso el 99% de mi tiempo haciendo lo correcto. Dios no me castigará. Y si lo pretende, tengo a muchos por delante.

Me encuentro otras dos motos. Una es una Himalayan con matrícula de Portugal. Está claro, que quien no viaja en moto es porque no quiere. La otra era una BMW F800 con matrícula de Italia.

Siete minutos para entrar en Bulgaria. Genial. Había anotado varios puntos junto a la carretera en los que quería parar. Eran puntos de interés que había visto planificando la ruta, pero al pasar no había nada. Posiblemente la vegetación los había tapado. Sí pude ver el memorial a los guardias fronterizos que lucharon en 1972 contra unos bandidos fuertemente armados impidiendo que entraran en el país. 

Llegamos a Haskovo. Allí se encuentra la escultura de la Virgen María más alta del mundo. Son las 15:30 y no tenemos mucho tiempo. Luce majestuosa en medio de la ciudad, en lo alto de una colina.

Seguimos en dirección a Plovdiv hasta llegar a la entrada al casco antiguo. El acceso tiene una barrera con un guardia. Decidimos tomarnos un refresco mientras que buscamos hotel. Localizamos uno y nos dirigimos hacia allí. Se encuentra en la periferia. El entorno es feo y las calles están sucias. La entrada al hotel da a una calle principal y no hay donde parar. No me gusta. Intento acceder por la parte de atrás, pero me es imposible. Desisto y volvemos al casco antiguo. Había visto un hotel que estaba bien de precio y embutido en las calles más pintorescas. En la zona alta cerca del teatro romano. Tienen habitación disponible.

El empedrado no es de adoquines. La calle está hecha con piedras de granito grandes e irregulares que sacuden la dirección de la moto hacia todos los lados. Me veo obligado a sujetar el manillar con fuerza para evitar que los 400 kilos de Cleopatra terminen tumbados en el suelo. Todo bien. Llegamos. Hasta tiene un aparcamiento a cubierto para la moto. Las calles estrechas no dejan mucho espacio para aparcar y ese suelo tan irregular y en pendiente iba a suponer un serio problema para dejar la moto en un lugar seguro.

El hotel lo regenta un matrimonio de ancianos. Viven allí con su hija y su nieta. El hotel está limpio y cuidado pero parece que su momento de mayor esplendor ya pasó hace mucho. 

Como cada día, descargamos la moto, nos duchamos y nos ponemos la ropa que nos pondremos esa noche y al día siguiente hasta la siguiente ducha. Hay que ser muy metódico pues las mudas que llevamos van justas y cada siete día toca colada.

Recorremos el casco antiguo, visitamos el teatro romano, que por desgracia estaba cerrado. Lo estaban preparando para algún evento, pues aún está en uso. 

Llegamos a la calle comercial donde se anuncia un estadio romano, pero apenas es un minúsculo fragmento excavado. Se respira un ambiente alegre, con mucha gente por la calle. Turistas veo más bien pocos. Alguna familia alemana con hijos, poco más. En el jardín junto a la fuente "Singing Fountain" se ha organizado un baile espontáneo con música y los transeúntes se sumaban cogidos de la mano. Impresionante. 

Callejeamos un poco más hasta llegar a un barrio de calles estrechas y numerosos restaurantes y bares. Tenemos hambre. Nos cuesta encontrar mesa. Todo ocupado. Al final nos decantamos por uno. 

El ambiente está cargado de mosquitos vampiros. Cuando pican hacen daño. Vi que los camareros se echaban de vez en cuando un spray anti-mosquitos que guardaban en un armario. Cuando se acerca le digo "a big beer and your spray for mosquitos, please". "No problem", me responde. Estamos a salvo. 

Tras la cena normalita, volvemos dando un paseo hasta el hotel. Mañana nos espera un camino bonito. Cruzaremos el Parque Natural de los Balcanes Centrales donde  tengo reservada una visita sorpresa que me llama la atención. Espero que a mi mujer le guste tanto como a mí.

 

Día 14: Plovdiv - Vidin (Bulgaria)

Ya es 10 de julio. El desayuno lo sirven a partir de las 8. Como de costumbre, intentamos aprovechar las horas de luz.

Madrugamos, preparamos el equipaje, todo guardado de forma metódica para que quepa. Dejamos fuera la ropa que nos vamos a poner para desayunar y salimos. 

La forma de guardar el equipaje es dinámico. No se puede guardar todo como el primer día. Se debe a que la ropa sucia va creciendo y la limpia va menguando. Hasta que se hace colada y vuelta a empezar.

Tras el desayuno decidimos darnos un paseo y volver a recorrer las calles empedradas de Plovdiv. Es muy pintoresco. 

Ayer se me agotaron las tarjetas de memoria. Llevaba varios días buscando donde adquirirlas pero resulta difícil. Los grandes almacenes no las venden y las tiendas pequeñas tampoco. Sólo memorias USB. Me quedé sin posibilidad de inmortalizar el viaje. 

Por suerte, a pesar de que era domingo, ayer encontramos en Haskovo un gran almacén al estilo MediaMarkt donde pudimos comprar cuatro tarjetas de memoria. 

Son casi las 11. La moto está cargada y nosotros vestidos de astronautas. Toca pelearse con los adoquines para salir del pueblo. El hotelero se despide con nula alegría. Está en edad de jubilación y allí sigue al pie del cañón. 

Salimos en dirección a norte. Dejamos Karlovo atrás y seguimos la ruta hacia noroeste para desviarnos en Karnare por la 35 en dirección a Troyan. Empezamos a recorrer la carretera serpenteante que se retuerce montaña arriba. Y cuando menos te lo esperas, ahí aparece imponente en lo alto de la montaña el Arco de la Libertad. Un monumento de 34 metros de altura inaugurado en 1980 para conmemorar a los que murieron por la liberación de Bulgaria.

Conocimos a cuatro jóvenes que venían de Inglaterra. Uno en concreto, que no tenía rasgos ni acento británico, mostró especial interés por nosotros y nos preguntó mucho por nuestro viaje, tanto éste como el anterior. Especialmente le interesó qué opinión merecían los habitantes de los distintos países.

Bajando la montaña llenamos las cantimploras en una fuente de agua natural. Nos emula un coche y un camionero. Me resultaba curioso que muchos camiones con semirremolque, bestias de 16 metros poco ágiles, toman esa ruta. Después comprobé que era la única carretera en 50 kilómetros hacia cada lado que cruza el país de norte a sur.

Hoy dormiremos en Vidin. Una ciudad que sólo servirá para dormir en la Unión Europea antes de cruzar hacia Serbia. No tenemos prisa por llegar. De nuevo un hotel barato, céntrico para movernos a pie y sin lujos. Lo de siempre. Repartir el presupuesto de alojamiento en más días significa más baratos. Aunque por ahora, no hay habitación que supere en suciedad la del camarote de Grimaldi Lines.

Aunque no solemos parar a comer, encontramos junto a la carretera una zona comercial con estructuras de madera y mesas donde se hacían comidas. Paraban muchos camiones, así que debe ser bueno. Paramos y observo cómo la señora anciana prepara un plato a un cliente. No sé lo que es pero le indico que quiero lo mismo. Nos pone un pincho. algo similar a hamburguesa y una pieza de carne que por el tamaño debía ser pavo. Acompañado de dos panes planos aliñados con posiblemente algún tipo de manteca y a la plancha. 

Seguimos nuestro camino hasta llegar a Vidin. Una ciudad con poco encanto junto a un Danubio espectacularmente grande. 

Yo me crie en una ciudad alemana junto al Danubio. Siempre me ha parecido un río grande. Y sabía que debía serlo mucho más pues mi pueblo natal está prácticamente al principio de su recorrido. 

El hotel cuenta con un gran aparcamiento en la parte de atrás donde aparco a Cleopatra. Sólo hay un Mercedes último modelo bajo un techado. 

El empleado, que fumaba como si fuese su última día de vida, me contó que ese coche, al igual que los otros dos de gama alta delante del hotel, eran de su jefe. ¿Para qué quiere tres coches? Y la otra pregunta que me hacía, ¿tanto dinero da un hotel de mala muerte? 

Salimos a dar una vuelta por la ciudad. Había poca gente, salvo en la terraza de un bar de ambiente en el que sonaba música tecno a todo trapo. 

Bajamos a ver el Danubio, frontera entre Bulgaria y Rumanía. En este viaje me quedaré sin conseguir una pegatina más para la moto. Bucarest se cayó de la lista cuando re-planifiqué la ruta en Attila's Getaway. 

El entorno junto al río está repleto de bombarderos B-52 ávidos de sangre española. Nos acercamos a una terraza y le pregunto a la camarera si tiene spray contra los mosquitos. Me responde afirmativamente. Es el sitio idóneo para tomarnos una cerveza de nombre impronunciable.

Hay que acostarse temprano. Mañana toca emular a Miquel Silvestre en #expediciontrajano para ver algo que me hace mucha ilusión.

 

Día 15: Vidin - Lipovac (Croacia)

Es martes 11 de julio. En el hotel no sirven ni café. Dejamos el equipaje preparado y salimos a buscar dónde desayunar. Google no muestra mucho. La mayoría de las cafeterías abren por la tarde. 

Encontramos una abierta y pedimos tostadas, un café con leche y un vaso de leche para echar en él uno de los sobres de Cola Cao que hemos traído de España. En el extranjero las cosas son muy distintas y ya lo sabemos de otros viajes.

Nos cuesta que nos entienda la camarera, creo que más por falta de ganas que por desconocimiento. Había un cliente sentado a una mesa que hablaba español que le tradujo lo que pedíamos. A la mesa llegaron dos tazas de café, la frase "no toast" y el tiquet. Bueno. Me cago en ella y me tomo los dos cafés con leche. Mi mujer llevaba agua. 

Nos damos una vuelta en busca de una pegatina de Bulgaria, pues aún no hemos podido encontrar ninguna, ni siquiera en Plovdiv. 

Tuvimos suerte y encontramos un adhesivo, algo grande, pero servirá. 

En esta ciudad los cuadros de contadores de electricidad están decorados con motivos infantiles. Es curioso. 

En una panadería compramos unos pasteles típicos de allí. Son unas "flautas" de hojaldre con queso feta o similar dentro. Se parece mucho a otros pasteles que hemos comido en Albania, Macedonia, Grecia y Turquía. 

Arrancamos en dirección a la frontera en Bregovo por una carretera comarcal a través de un bonito paisaje rural. Creo que es la misma que cruzó Miquel Silvestre pero en dirección contraria en #expediciontrajano. 

No hay coches. De hecho, llegamos al paso de Bulgaria que estaba vacío. Al poco nos llega desde un edificio cercano una joven policía, morena y de aspecto agradable. Nos atiende mientras que no deja de hablar por teléfono. Dos minutos y despachados.

Avanzamos hacia el siguiente paso, el de Serbia. Pero antes nos paramos delante del cartel de bienvenida. El guardia a lo lejos se nos queda mirando e indica que avancemos. Tendrá que esperar. Quiero mi foto. 

Al llegar al paso fronterizo nos encontramos con un jovencísimo policía. Debe estar recién licenciado. No creo que tenga muchos más de veinte años. Entabla conversación interesándose por nuestro viaje. Le encantan las motos. De hecho nos confiesa que él tiene una moto de enduro. 

Seguimos nuestro camino hacia el norte, en busca del Danubio. El plato fuerte de hoy debe ser la ruta en barca, emulando a Miquel en la temporada 1 de la fascinante #expediciontrajano.

La carretera a lo largo del Danubio es espectacular. Vamos parando en los embarcaderos que nos encontramos, pero todos están cerrados hasta las 16 horas. Son muchas horas que esperar. Son las 12 y pico y no podemos estar casi cuatro de plantón. Llegamos a un restaurante, el Joca Krofna, donde pedimos unos refrescos y pedimos la clave Wifi. Hay que decidir qué hacer. No veremos la Tabula Traiana, ni la escultura de Decébalo ni las Puertas de Hierro. Los camareros se preocupan por nuestra situación y empiezan a hacer unas llamadas, pero sin suerte. 

Cuando estábamos a punto de irnos, nos dice el camarero que ha habido suerte. Son las 13:15 y a las 14 horas hay un capitán dispuesto a realizar la navegación. Nos quitamos la ropa de moto y nos vestimos de calle. Nos permiten dejar todos nuestros bártulos en una mesa del restaurante que quedó completamente inutilizable a la hora de comer. 

A las 13:45 ya estábamos zarpando. Éramos tres parejas. El día se tornaría el más emotivo del viaje. El trayecto fue muy divertido. Enseguida hicimos amistad con Mladen Markovic, Vladimir Jakic y sus parejas, Maria Ptrk y Милена Михајловић. Ellos hicieron que ver todas esas maravillas fuese aún más especial. Conocer personas siempre enriquece los viajes. Además también van en moto. Esto parece que lo hiciera el destino.

Nos preguntaron si queríamos acompañarlos a visitar el castillo de Ram. Por supuesto. Se nos iba a hacer tarde, pero eso no importaba. Estos momentos quedan grabados para siempre. Formarán parte de nosotros.

Les seguimos por un preciosos recorrido a lo largo del Danubio hasta llegar a la fortaleza. 

Continuamos las tres motos el recorrido hasta el cruce en Mala Krsna. Paramos para darnos unos abrazos y el deseo de volver a cruzarnos en la vida.

Está atardeciendo. Ya son más de las 20 horas y aún no sabemos dónde vamos a dormir. Recuerdo que por la mañana vi en Booking una casa que alquilaba habitaciones en Lipovac, el primer pueblo de Croacia pegado a la frontera. No tenemos datos en los teléfonos y tenemos que confiar. 

Estamos a más de dos kilómetros de la frontera y ya hay cola de camiones para cruzarla. Ocupan el carril derecho y los chóferes están en medio de la calzada charlando. Los voy sorteando ágilmente hasta llegar al puesto fronterizo. Son más de las 22:30 horas y en nueve minutos hemos atravesado ambos puestos. 

Nos dirigimos hacia el pueblo hasta llegar a la casa donde indicaba "Sobe". En el luminoso dice que tiene servicio 24h. Sale la encargada y nos dice que no les quedan habitaciones. Vaya. Son las 23 horas y el hotel más cercano está a 50 kms. Estoy agotado. 

La mujer hace una llamada y me dice que esperemos. Estaba llamando a su hermana, la dueña del hospedaje. Tiene una vecina que también alquila una habitación, aunque sólo bajo reserva. Me vale.

Nos indican la dirección y vamos con el deseo de que nos alquilen la habitación. Hemos tenido suerte. Tenemos donde dormir.

Tras salir de la ducha, mi mujer ya estaba dormida en su cama. Me llega un mensaje de la compañía telefónica. Se había hecho a las 24 horas el cierre de la facturación del mes. Me dice que van a girar una factura de más de 1.800 Euros. Me cago en ellos. Parece ser que toda la navegación desde que cruzamos la frontera, cuando activamos los datos de los móviles, Orange no había reconocido que nos encontrábamos en la Unión Europea y estaba tarificando a más de 6€ el MB de la Zona 2. Les pongo un mensaje a Atención al Cliente y ya me preocuparé por ello a mi vuelta. 

Comprobé que el mensaje de bienvenida a Croacia no me llegó hasta más de una hora después de mi entrada. Después supe que al ser una población tan cercana a la frontera, los teléfonos se habían conectado a repetidores serbios. Pero eso no es mi culpa.

La habitación cuesta 40 €, en el pueblo no hay cajero y no llevo ni un Euro encima. Ya veré mañana cómo me las apaño. Ahora toca descansar. Ha sido un día largo, agotador y con muchas emociones.

 

Día 16: Lipovac - Novo Mesto (Eslovenia)

He pasado mala noche. Me desperté varias veces con la boca seca. Anoche me costó dormirme. Me preocupaban dos asuntos. Por un lado, el pago del alojamiento. Tenía que conseguir dinero en efectivo. Y por el otro, la vuelta a España. No consigo encontrar mucha información sobre los disturbios en Francia y el ferry de Génova a Barcelona sigue en torno a los 400 €.

Me levanto a las 9, aún con cansancio. Me suele pasar en los viajes. Cuanto más cerca de casa estoy, más se resiente el cuerpo. Parece que la serotonina va en descenso. Además hoy va a ser un día en el que lo único bueno es la compañía. Sólo es conducir para reducir la distancia con el hogar. Nada más. Un mero trámite.

Dejo a mi mujer preparándose mientras que arranco la moto con lo justo en dirección a la frontera. Allí había una oficina de Correos donde al parecer se puede sacar dinero con la tarjeta.

Estaciono en el aparcamiento a escasos metros de la frontera. Acabo de percatarme que he dejado la documentación de la moto en la habitación. Así que no podré entrar hasta la zona fronteriza, pues tendría que dar muchas explicaciones para dejarme dar la vuelta.

Consigo 100 € en la sucursal de Correos. El coche de policía que estaba aparcado al lado de la moto se ha ido. Bien. A pesar de no ser fin de semana, hay poco tráfico, así que decido marcarme un 13-14. Aprovecho el poco tráfico y que la mediana sólo tiene unos postes para hacer un cambio de sentido a las bravas. Para cuando vayan a darse cuenta, ya estoy saliendo de la autovía.

La casera no estaba y nos había dejado la factura con una nota indicando que dejáramos el dinero en la habitación y que cerráramos con llave.

Tras desayunar en una cafetería cercana arrancamos en dirección a Novo Mesto, en Eslovenia, donde haremos noche. Nos alojaremos en un hotel en el que ya estuvimos en 2018. Nos trataron muy bien tras llegar empapados después de una terrible tormenta y nos quedó un buen sabor de boca. Además, nos dieron facilidades para secar la ropa tendiéndola en el cuarto de las calderas. Era el lugar indicado para hacer la colada.

Cubrimos los 360 kms de distancia en algo menos de cuatro horas. Al entrar en Eslovenia paramos para hacernos con la viñeta. En mi viaje anterior era una pegatina que había que poner en lugar visible en un lateral de la moto para que al pasar por los arcos de la autovía, éstos detectasen que la llevaba. Recordaba que era mejor adquirir esa tasa en la oficina de Tráfico, pues te ahorras 2 Euros de comisión. Pero qué casualidad, me dicen que el sistema no funciona y me mandan a la gasolinera. Vaya. Al llegar me percato que el sistema ha cambiado. Ahora se indica la matrícula y al circular vas dejando constancia por dónde pasas. Cada vez más control. Nos roban libertades y no nos damos ni cuenta.

Hicimos la colada y la tendimos en el cuarto con más de 50ºC para que estuviera seca al día siguiente. Esta gente es muy amable, y más aún cuando les dije que ya habíamos estado allí.

Nos quedamos con las ganas de bajar al centro, que estaba algo alejado, pues cinco años antes estaba parcialmente en obras, pero el cansancio me podía. Era ya la hora de cenar y tenía que concretar la ruta de vuelta. Cuando vi la carta supe que "La fuerza estaría conmigo".

 

Día 17: Novo Mesto - Ome (Italia)

Ya es 13 de julio. Es el cumpleaños de mi padre. 

Vamos a llegar a casa antes de lo esperado. No he podido completar muchas de las visitas que tenía programadas tras ver #expediciontrajano en Nómada TV de Miquel Silvestre. Pero estoy contento porque he sabido adaptar el viaje sobre la marcha a las posibilidades de mi mujer. Al fin y al cabo estas experiencias las quiero vivir con ella y quiero que ella las recuerde con alegría.

Anoche tomé la determinación de completar el viaje como inicialmente lo tenía previsto, atravesando Francia por un recorrido que ya hice cinco años atrás y que a causa de una gastroenteritis se quedó algo sin ver. Aunque esto ya lo desvelaré más adelante.

Estas líneas que escribo me sirven para recordar este viaje. En realidad mi idea era hacer un blog al final de cada día. Pero por H o por B, nunca lo hice. Ni grabado ni escrito. Y por desgracia, el tiempo cambia los recuerdos. Es un proceso natural. Está demostrado que vamos perdiendo neuronas mientras se van creando nuevas. En este proceso se van borrando fragmentos de recuerdos, pero el cerebro tiene la capacidad de rellenar esas pequeñas lagunas. Sin embargo, esos "parches" no son fidedignos. ¿Nunca os ha pasado que habéis visto un vídeo casero antiguo y os decís que no lo recordabais así? Pues eso mismo.

Hemos reservado una habitación en Ome, un pueblo al noroeste de Brescia. Lo único que tenía de positivo es que nos pillaba más o menos al paso y no suponía una sangría para la cuenta corriente.

Hoy haremos unos 500 kms. Salimos a media mañana desde Novo Mesto en dirección a las Cuevas de Skokjan. Cuando llegamos estaba empezando a llover. En taquilla nos dicen que no hay visita posible hasta al menos las dos de la tarde. Eso son casi tres horas de espera. No nos compensa.

Las nubes empiezan a descargar con fuerza. Caen cubos de agua. Mientras esperamos en la cafetería, que estaba a rebosar, una pareja alemana de moteros nos invitan a compartir mesa. Son del sur de Alemania y salieron unos días para cruzar los Alpes hasta Eslovenia y vuelta a casa. Vivir en el corazón de Europa te permite hacer salidas de pocos días para meterte de lleno en lo más hermoso. En Murcia todo lo tenemos muy lejos. Menos el calor, que lo tenemos encima. 

En un momento de claros, aprovechamos para seguir cada uno nuestro camino, ellos sobre su Trans Alp de 20 años y nosotros sobre Cleopatra.

Antes de ir a nuestro destino haremos una parada en Padua para visitar a Pòlemos Marta, una valiente motera que conocimos en Barcelona donde embarcaba hacia Civitavecchia. Venía de hacer en solitario un periplo por España coronando puertos de montaña con “Passknacker” sobre su montura Bestiolina. 

La acogida fue muy agradable y hasta nos invitó a quedarnos a dormir, pero muy a nuestro pesar no pudimos aceptar. Nos habría obligado a cambiar nuestra agenda para el día siguiente. Además, la reserva del hotel ya estaba confirmada.

Al atravesar Padua comenzó a llover. Por suerte logramos dejar pronto las nubes atrás. 

Me he quedado con ganas de recorrer el centro de la ciudad. Lo poco que pude ver parecía muy bonito. Lo dejo pendiente para otra ocasión.

Llegamos al hotel en Ome, en lo alto de un monte con vistas al pueblo. A pesar de estar en un lugar privilegiado y tener un porche envidiable, estaba todo lleno de hojas secas y parecía abandonado. 

No hay nada cerca donde cenar, así que nos quedamos en el hotel con el deseo de cenar pizza. Pero nos dicen que sólo hay menú del día pero nos cobran como si fuese a la carta. 

En el comedor sólo estábamos nosotros dos y un grupo grande de militares que cenaban en silencio como si estuviesen en misa. Bebían agua y zumo, por lo que entiendo que estaban en un momento de permiso para cenar. Cuando llegamos se iba otro grupo de militares. Seguramente era el turno anterior.

Nos vamos pronto a la cama. Nos esperaba un día con un recorrido  bonito.

 

Día 18: Ome - Manosque (Francia)

Esto va llegando a su fin. Me despierto temprano. El desayuno lo sirven a las 7:30. Hoy tenemos que salir de Italia y hacer noche en Francia. Pero no me di cuenta hasta esta mañana. Es 14 de julio. Fiesta nacional y encima viernes. A ver dónde dormimos.

Este día conmemora la toma de la Bastilla en 1789. No deja de ser curioso que todo empezó derrocando a un rey en busca de una república. Pero de alguna forma terminó al cabo de los años gobernando un emperador, Han pasado muchos años desde entonces y poco ha cambiado respecto a los políticos de hoy en día. Todos quieren perpetuarse en el poder.

Nos sentamos a desayunar y al poco van apareciendo huéspedes para desayunar. ¿Dónde estaban anoche? La repostería y el pan están deliciosos. Parece que lo hacen ahí mismo. 

Cogemos la autopista en dirección a Milán y de allí a Italy, Torino. Nos sorprende la lluvia, pero nos pilla la tormenta de refilón. Retrasamos la parada de descanso para evitar que nos pillara de lleno. Seguimos la autopista hasta Oulx para coger en dirección a Briançon. Ubicada en los Alpes a 1350 metros sobre el nivel del mar, es la ciudad más alta de Francia. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2008. Este es nuestro próximo destino. Se nos quedó hace cinco años en el tintero y debía cerrar el círculo. 

Llegamos poco después de las 2 de la tarde. En casi dos horas estaba vista. No es lo más bonito que he visitado, pero merece la pena visitar. 

Cuando nos íbamos nos encontramos con un grupo español de tres motos que llegaban. Son las primeras motos españolas que me encuentro en todo el viaje. Hemos recorrido muchos países y me he encontrado motos de toda Europa, pero no españoles. Nos atrevemos mucho menos que nuestros vecinos europeos. 

Charlamos un rato y compartimos nuestros canales de Youtube. Los que somos pequeños necesitamos apoyarnos y a su vez, aprendemos unos de los otros. 

Seguimos nuestro camino por la N94. Una carretera que ofrece hermosas vistas alpinas hasta llegar al lago Lac de Serre-Ponçon con aguas cristalinas de color azul turquesa. Los turistas tienen tomado el entorno. Es un destino muy cotizado. Me hubiera gustado hospedarme por aquí, pero ni había habitación ni me gustaban los precios. Para una noche, no merece la pena. Por eso, antes de salir de Briançon había reservado habitación en un pueblo que estaba en nuestro camino: Manosque. A ver qué nos encontramos.

Al sur de Gap nos metemos de nuevo a la autopista. Hay poco tráfico, pero como casi todo el viaje, mucho viento. 

El viento nos ha acompañado prácticamente todo el viaje. Desde que desembarcamos en Italia y en todos los países. Es lo que menos me ha gustado. Había días en los que las ráfagas eran muy fuertes y cambiantes. Prefiero la lluvia. Es menos agotadora. 

Llegamos al hotel. Es un edificio con habitaciones pequeñas y baños prefabricados. No ofrece lujos, pero es suficiente. Además me dejan meter la moto dentro del recinto peatonal evitando compartir parking con los coches. El desayuno lo ofrecen a 6 €, caro, pero no para Francia. Le digo a la amable recepcionista que se lo confirmaría por la mañana. El hotel probablemente no ofrecería nada bueno. Ya veremos.

Los huéspedes son gente local, algunos de origen indio o paquistaní. Hay algunos ancianos que parecen ser de larga estancia. No sé si por los alrededores habrá algún hospital que ofrece algún tipo de tratamiento. 

En el hotel no ofrecen cenas. Salimos a dar una vuelta y lo poco que hay abierto, no me gusta. Al final nos metemos en un antro muy raro, pero era el que más gente tenía. Será por algo. 

Mientras estábamos sentados parecía que nos habíamos metido en una maquina del tiempo. Vivimos experiencias que hacía décadas no veía. Mientras la gente cenaba, salían algunos a cantar con el Karaoke que gestionaba un joven DJ de buena apariencia. Compartían esa afición tanto personas de 16 como de 76. Cantaban juntos y se abrazaban. Me pareció hasta bonito. No es habitual que confraternicen los jóvenes públicamente con vecinos ancianos. 

El DJ, por cierto, cantaba de muerte. Una mesa en frente de la nuestra ocupada por chicas jóvenes, no le quitaban ojo. No nos quedamos hasta el final para ver cómo terminaba. 

Salimos de la máquina del tiempo y volvimos a la realidad. Las dos cervezas servirían para conciliar el sueño rápidamente. Mañana toca trámite pero con final feliz.

 

Día 19: Manosque - Barcelona

Nos despertamos en la habitación situada en un segundo sin ascensor. La ventana del dormitorio tiene unas hermosas vistas hacia un zona boscosa que no pudimos disfrutar, pues la ventana da al pasillo exterior y convierte la habitación en un escaparate. Aunque eso a la mayoría de los huéspedes parece no importarles. Hacen vida en sus habitaciones con los estores subidos hasta arriba y las ventanas abiertas. Bienvenidos a Gran Hermano.

Llevamos diecinueve días de viaje. Cada uno de éstos días ha estado lleno de emociones y aventuras. No hemos parado a descansar. No nos lo podemos permitir. Los días de vacaciones son demasiado valiosos. 

Bajamos a la cafetería y contra todo pronóstico nos encontramos pan del día y bollería de confitería con una pinta estupenda. huele de maravilla. Pagamos los 12€ de los desayunos y los amortizamos como Dios manda. Hay que coger fuerzas.

Hoy tenemos que devorar los 550 kms hasta Barcelona donde haremos noche. Hemos quedado para cenar con mis amigos, Luis Peirón y Jose Ramon Pernas Gonzalez y su mujer. Tengo ganas de verlos. A la subida no pudimos coincidir. 

El viaje fue anodino. La autopista tenía un tráfico infernal y como cada día, con mucho viento. En ocasiones los atascos eran kilométricos. Pero he aprendido algo que es infalible. Lo he bautizado "Albanian Style", pero se practica en casi todos los países por los que hemos pasado . Te ahorra tiempo y disgustos. Diría que hasta levanta el ánimo. Las latas de sardinas pasarían horas avanzando metro a metro. Nosotros no podemos estar parados bajo un sol ardiente. Avanzamos sin parar. 

Nuevamente hemos visto coches con pinchazos. Llevamos más de veinte años viajando y no recuerdo haber visto nunca tantos. En este viaje he contado al menos un pinchazo o reventón cada día y en la mayoría de los días, dos e incluso tres. 

Llegamos al alojamiento antes de las seis de la tarde. Es buena hora. Nos da tiempo a ducharnos e incluso a descansar, pues esta noche seguramente se nos haría tarde.

El hotel parecía el más lujoso de todo el viaje. El típico hotel a donde van los empresarios con sus amantes. Los productos de aseo contenían hasta cepillo de dientes y en la bañera había incluso un dispensador de suavizante para el pelo. En cambio, el colchón parecía muy desgastado. Los muelles rebotaban mucho. No era nada cómodo. Nosotros lo queríamos para dormir.

La velada transcurrió como debía. Genial. Se sumó a la quedada Miguel Angel Marcos Calvo. Gracias por venir. Se agradece.

Pronto repetiremos en la Asamblea Anual.

 

Día 20: Barcelona - Murcia

Es el vigésimo día de viaje. Veinte días desde que salimos de casa. Nunca hemos estado tanto tiempo separados de nuestros hijos. Tenemos ganas de verlos. Nos preguntamos si ellos tendrán las mismas ganas que nosotros. O si según llegamos, mejor salimos de nuevo escopetados buscando una nueva aventura.

No contratamos el desayuno. Los 12 € de desayuno por persona me parecían un abuso. Encontraremos algo por el camino, pues el entorno es de oficinas y un Carrefour que está cerrado por ser domingo.

Hay poco tráfico, así que salimos de Barcelona sin muchas complicaciones. El viaje hacia el sur lo hacemos por la AP-7 y después nos desviamos por Fuente La Higuera por la A-33 que lleva no sé cuántos años en obras.

Llegamos a casa poco después de las 5 de la tarde. Tras 7.161 kms estábamos en casa, con las botas de mi mujer al estilo Mad Max.

 

CONCLUSIONES: 

Es mi segundo viaje hacia el este y el primero a Turquía. Hemos recorrido países como Albania, República de Macedonia , Bulgaria, Serbia, Croacia y Eslovenia. Viajar por aquellos países es totalmente seguro. Las carreteras son bastante buenas y no suponen problemas para las motos de hoy en día. Puede haber alguna carretera en la que haya que prestar más atención, pero poco más.

El idioma no tiene por qué ser un problema. En Turquía, fuera de Estambul, la mayoría no habla inglés. Y nos hemos comunicado perfectamente. En el fondo, si te quieres hacer entender, lo consigues.

Corroboro todo lo que dice Miquel Silvestre. La gente por el mundo, en general es gente buena.

Por desgracia, puedo confirmar que donde más amigos de lo ajeno hay, es en España. Y esto lo digo no sólo por este viaje.

Si no os veis capaces de planificar un viaje de esta magnitud, coged ideas de otros viajeros y simplemente seguid sus pasos. En Nómada TV tenéis muchos ejemplos. Y os aseguro que verlo en persona no es lo mismo que a través de la pantalla. Lo bueno es que sabes a dónde vas.

También debo añadir que viajar lejos es como viajar cerca. Cada día recorres unos kilómetros, pero sin volver a casa. 

Recordad: Seguid vuestros sueños, ellos conocen el camino.

Lista de reproducción en Youtube

Viaje a Turquía por la Vía Egnatia