15/02/1519
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Tal día como hoy, el 15 de febrero de 1519, nacía en Avilés (Asturias), el explorador que fundara la primera ciudad de EE.UU. Hablamos de Pedro Menéndez de Avilés, un desconocido para la mayoría a pesar de haber sido uno de los mayores marinos que ha dado nuestra tierra, con numerosas hazañas navales, pesadilla de piratas, azote de corsarios, conquistador de La Florida, Gobernador de Cuba, Consejero Real, incansable y siempre leal servidor de la Corona y fundador de la ciudad de San Agustín, primer asentamiento definitivo español en La Florida y a día de hoy, la ciudad más antigua de EE.UU. 
Hijo del hidalgo Alonso Álvarez de Avilés y de María Alonso de Arango, fue criado por familiares a causa de la pronta muerte de su padre y el nuevo matrimonio de su madre. Tuvo diecinueve hermanos, todos de la misma madre. 
Desde bien pequeño demostró ser muy inquieto y escapó de sus educadores, aunque lo encontraron a los pocos meses de huir. 
Con dieciséis años, volvió a escapar, esta vez para embarcar en Santander como grumete en un barco de la armada encargado de combatir corsarios en el Cantábrico.

Mostró un gran talento en el mar, lo que le permitió ascender rápidamente.

Con dieciocho años, volvió a su pueblo natal con la intención de reclamar parte de su herencia paterna para comprarse su propia embarcación pero su familia, ante el temor de que huyese de nuevo, lo casó con Ana María de Solís Cascos, de tan solo 10 años. Esto no lo detuvo y con tan solo diecinueve años compró un patache, pequeña pero rápida embarcación, par ejercer junto a familiares como corsario sin patente en el Cantábrico. Uno de ellos, su cuñado y sobrino Gonzalo Solís de Merás, quien se convertiría en el cronista de Menéndez de Avilés.
Con esta embarcación, cincuenta hombres a bordo, y mucha ambición, tuvo un primer gran éxito que lo catapultaría en su carrera como marino reconocido. Apresó dos buques corsarios franceses en la bahía de Vigo quienes habían capturado tres barcos españoles. Con esta hazaña liberaron sesenta marineros españoles

Entre 1543 y 1545 sirvió en la flota de Álvaro de Bazán. Una de sus gestas más importantes fue perseguir al famoso corsario francés Alphonse Saintonge hasta su base de operaciones en la Rochelle para rescatar los dieciocho navíos que éste había secuestrado con un valioso cargamento. Se adentró hasta la misma base abordando la nave capitana, hiriendo al mismísimo pirata, que terminaría muriendo a causa de las heridas, y saliendo nuevamente con cinco buques que rescató, aunque algunos afirman que rescató los dieciocho. 
A raíz de entonces, el emperador Carlos I le concedió una patente de corso para perseguir piratas y corsarios, limpiando las costas del cantábrico de esta lacra.

En 1548, por encargo del Rey, armó un galeón y empezó a patrullar por el Golfo de Vizcaya donde hizo numerosas presa y dando por finalizados los ataques de los franceses.
Dos años más tarde, seguía sirviendo para el Rey, pero en las Indias, persiguiendo a corsarios hasta que fue hecho preso, aunque logró negociar su rescate y además dar cuenta al Rey de los planes de los franceses de atacar posiciones españolas en las Indias.

En 1552 servía como capitán realizando travesías atlánticas, lo que le permitió incrementar su experiencia como navegante además de ganarse la confianza del monarca. Además de transportar mercancías y personajes, exploraba y reconocía trazando sus propias cartas de marear que serían de utilidad.

En 1554 fue designado por el Emperador para liderar la escuadra que llevaría al Emperador a Flandes. Fue nombrado Capitán General de Indias por el Emperador, además comandante de la flota que llevaría al príncipe Felipe II a Inglaterra cuando se iba a casar con María Tudor.

El 15 de octubre de 1555 zarpaba desde Sanlúcar de Barrameda en dirección a las Indias, regresando en 1556 cargado de productos para el comercio.

En mayo, ya con Felipe II como Rey, fue nombrado Capitán General de la Escuadra de la Guarda de las Costas, recibiendo el encargo de armar ocho buques y escoltar diecinueve barcos con mercancías y dinero a Flandes. En junio zarpó con sólo cuatro barcos de escolta, la mitad de lo planeado. Durante el trayecto, la expedición fue interceptada por la escuadra de François Le Clerc, un famoso corsario conocido como Pata de Palo, compuesta por ocho navíos. Gracias a las aptitudes de Menéndez hundió uno de los adversarios e hizo huir a los demás. En apenas quince días, estaban descargando en Calais el dinero y en Gelanda las mercancías, contribuyendo a la victoria en la Batalla de San Quintín.
Siguió sirviendo dos años más en la armada de Flandes, escoltando buques mercantes para aprovisionar a tropas españolas y de aliados. En este intervalo, sus éxitos navales en batalla fueron numerosos. 
Fue también durante esta época en la que hizo uno de los mayores aportes a la historia naval española. Diseñó y creó el modelo de flotas de Indias y sobre cómo debían funcionar los convoyes. Su informe, que aún hoy se conserva en el Archivo General de Simancas, titulado "Memorial sobre la navegación de las Indias, hecho por Pedro Menéndez de Avilés, que fue por capitán general a la Nueva España y vino de ella, año de 1556" era minucioso hasta el mínimo detalle, como el número de oficiales que debía haber en cada embarcación.

El 3 de abril de 1559, el rey Enrique II de Francia se vio obligado a firmar la paz con Felipe II por lo que Menéndez de Avilés regresó con la flota a España.

Al año siguiente, a petición del Real Consejo de Indias, zarpó con la armada hacia América. Sirvió en este cometido hasta 1561. Llegado a Cádiz, solicitó permiso para ir en busca de un buque perdido en el Canal de las Bahamas en el que iba su hijo Juan, marino al igual que él. Sin embargo, le fue denegado.
En cambio, a causa de su tensa relación con la Casa de la Contratación de Sevilla, fue encarcelado junto a su hermano Bartolomé. Pasó veinte meses entre rejas antes de ser juzgados por unas causas inventadas motivadas por las envidias y los celos. Sin embargo, la intervención del rey sirvió para que quedaran libres tras pagar una pequeña multa.

A partir de entonces serviría como Consejero del Rey, cuando en 1565 recibió un documento sobre la situación de la Florida, una tierra descubierta en 1513 por Juan Ponce de León. Felipe II tenía en mente colonizar aquella tierra, que previamente ya habían intentado Pánfilo de Narváez, Lucas Vázquez de Ayllón o Hernando de Soto
Pedro Menéndez siempre pensó que su hijo desaparecido podría haber alcanzado tierra y estaría preso en algún lugar, posiblemente en Florida.
Se ofreció para capitanear una expedición a esas tierras y el monarca lo nombró Adelantado.
Menéndez de Avilés recibió un buque para dicha empresa, pero el resto debía correr de su cuenta, como era habitual en aquella época.
Adicionalmente recibió el encargo de expulsar a los protestantes que se habían asentado en la Florida un año atrás fundando un lugar llamado Fort Caroline. Se trataba de René Goulaine de Laudomière quien comandaba una expedición de protestantes hugotones que huían de las guerras de religión francesa y que se dedicaban a atacar colonias y barcos españoles junto a caciques locales.
El 28 de junio de 1565 zarpa desde Cádiz rumbo a Canarias con una flota de once barcos y donde se reuniría con la flota del Cantábrico. Desde las islas zarpó con un total de treinta y cuatro barco y 2646 personas de diversos oficios que garantizarían la creación y subsistencias de una colonia.
La travesía fue dura y la flota terminó dispersada debido a varios temporales. Algunos buques se vieron obligados a regresar a las Canarias. El galeón de Menéndez llegó a Puerto Rico el 9 de agosto acompañado de un patache. Los demás buques fueron llegando con daños de diversa consideración. Tras realizar reparaciones de emergencia, parten en dirección a La Florida con un tercio de la flota, pues el resto aún no había arribado y tampoco sabía si llegarían.
El 28 de agosto avistaron La Florida y buscaron un puerto natural donde asentarse y donde más adelante, se fundaría la ciudad de San Agustín, patrón de Avilés.
Previamente habían establecido contacto con nativos quienes les habían indicado la posición del asentamiento francés, que además habían recibido refuerzos con la llegada de la flota de Jean Ribault. La situación se complicaba por la desventaja numérica de las tropas del asturiano. Sin embargo el confiaba en su tenacidad y decidió atacar igualmente aprovechando una noche cerrada y oscura acercándose sigilosamnente hasta abordar la nave capitana. Pero el francés logró huir. Menéndez decidió volver al asentamiento español.
El 6 de septiembre se inició la construcción de un fuerte con la ayuda de un cacique indio, que además confirmó que no había noticias sobre el Juan, el hijo del adelantado.
Finalmente, el 8 de septiembre de 1565, tras la pertinente oficialidad, se fundó San Agustín. 
San Agustín está situada en un lugar costero con una ensenada de escasa profundidad. Esto impedía que pudiesen fondear los barcos de mayor calado, pero también evitaba que los franceses pudiesen acercarse con sus galeones. Así que mandó de regreso, uno a España y otro a Santo Domingo, los dos navíos más grandes y evitar que quedasen desamparados ante un ataque de los franceses que el asturiano sospechaba ocurriría. Y efectivamente, así sucedió. El asalto fue un fracaso y la tormenta que se desató impediría que dichos buques, pudieran volver a Fort Caroline.
Menéndez aprovechó que el fuerte francés estaría desprotegido y el 16 de septiembre partió con 500 hombres por tierra atravesando selva y pantanos en medio de la tormenta en dirección al oponente.
Atacaron el fuerte al alba, por sorpresa y rápidamente se hicieron con él sin una sola baja, sólo un herido, aunque el capitán del fuerte logró huir junto a 60 hombres. Descubrieron en la costa cinco navíos, dos de ellos de su expedición que habían sido apresados cuando les sorprendió la tormenta en la travesía atlántica.
Hundió con artillería francesa desde tierra a uno de los barcos franceses y los otros dos escaparon.
El fuerte fue rebautizado como San Mateo, santo del día, y actualmente el lugar pertenece a Jacksonville.

Dejó un contingente en San Mateo y regresó con un pequeño grupo a San Agustín. 
Pedro Menéndez seguía con al preocupación de que tarde o temprano, los franceses con Jean Ribault al mando, contraatacaría. Mandó reforzar las defensas de San Agustín para estar preparado.
Muy cerca del fuerte, al sur, naufragaron unos buques franceses, con más de doscientos soldados a los que Menéndez dio muerte. Un segundo grupo naufragó en el mismo lugar, más numeroso que el anterior y en esta ocasión con Ribault al mando. Como pasara con el primero, sólo dejaron vivos a los que se declararon católicos. Desde entonces, se conoce el lugar como Matanzas, nombre que aún hoy se conserva.
Hubo otro enfrentamiento en Cabo Cañaveral donde destruyeron un fuerte y un navío francés. En esta ocasión hizo ciento cincuenta prisioneros. Aprovechó para explorar y buscar un lugar donde crear un asentamiento más cerca de Cuba.
El Adelantado seguía acordándose de su hijo, pero seguía sin noticias de su paradero.
Los víveres empezaban a escasear y decidió pedir ayuda a Cuba. Sin embargo, una vez allí, no contó con el apoyo que esperaba. Corría el mes de diciembre de 1565.
Al poco, supo que Francia estaba planeando invadir la Florida y que Felipe II le haría llegar refuerzos. 
De vuelta en San Agustín, aplacó un amotinamiento, dejando partir a los descontentos. También llegó un barco con víveres que mandó buscar a Nueva España, lo que ayudó a que disminuyera la tensión que se vivía en la colonia.
Pedro Menéndez inició una serie de exploraciones hacia el norte, lo que hoy es Georgia y Carolina del Sur. Fundó nuevos asentamientos, fuertes e iglesias. 
Además, tenía facilidad para entablar amistad con los caciques locales, a pesar de ser tribus guerreras enfrentadas entre sí, sin embargo, nuestro protagonista, en lugar de unirse a una para combatir a otra, siempre intentó mediar para que depusieran sus armas y facilitar la colonización. Logró liberar a numerosos españoles cautivos en tribus tras sufrir naufragios, pero su hijo seguí sin aparecer. Sus esperanzas de encontrarlo eran casi nulas.
Había entablado amistad con todos los caciques, salvo uno, Saturiba, aliado de los franceses, quien se dedicaba a atacar a españoles que salían a buscar víveres o incluso el fuerte de San Agustín. Originó el traslado de la fortleza a un lugar más seguro y con el polvorín más protegido.
La flota de apoyo con 1.500 hombres y víveres que prometió el rey llegó, por lo que se agrandó San Agustín para acoger a más gente, se enviaron refuerzos a San Mateo y otros asentamientos, además de a Puerto Rico, Santo Domingo y Cuba.
Continuó con la exploración de la Florida buscando rutas seguras para unir los diferentes asentamientos mientras que entablaba amistad con numerosos caciques que se iba encontrando por el camino.
Una vez de vuelta a San Agustín, zarpó con 8 embarcaciones con la intención de limpiar de corsarios la costa y las islas cercanas. 
Cuando se enteró de que Francia había enviado una flota de veintisiete barcos y con 6.000 hombres para atacar posiciones españolas en las Indias, comenzó una carrera frenética por recorrer las posiciones españolas, advertir del riesgo, fortificar los puertos y reforzar la guarnición.
Se tuvo que ocupar de resolver un problema en Cuba acusando al gobernador de no cumplir con la ley, enviando presos a España y quedándose durante un mes en Cuba para resolver el problema.
Si esto no era suficiente, a su vuelta a San Agustín tuvo que lidiar con la sublevación de uno de los caciques amigos, conocido como Carlos.
También salió en busca del cacique Saturiba, que seguía atacando intereses españoles, empresa en la que perdió a dos soldados.
Se trasladó a la península para dar personalmente cuentas al Rey, informando sobre los problemas que tiene La Florida y la ausencia de colaboración por parte de Cuba, a pesar de la cercanía. Instó a que ambas colonias se unificaran en un solo gobierno y así aprovechar mejor los recursos.
Mientras tanto, los franceses atacaron las colonias de La Florida, se reunieron con el cacique Saturiba que a su vez convenció a otros caciques a unirse en su lucha contra españoles.
Corría ya el mes de julio de 1568 y Menéndez de Avilés se disponía a zarpar desde Sanlúcar de Barrameda con una escuadra, soldados y colonos, adenás de religiosos para continuar con la evangelización de las tribus indígenas. Pero zarpaba como Gobernador de Cuba y sus territorios anejos, con la orden de detener a García Osorio, quien le negó prestar ayuda en el pasado.
Una vez en Cuba, e informado sobre lo acaecido en las colonias de La Florida, mandó reforzar guarniciones, recuperar la amistad con los indios, explorar territorios de Florida, Georgia, Carolina del Sur y parte de Virginia. Mandó construir fuertes y torres vigías a lo largo de la Costa, y limpió el Canal de las Bahamas de corsarios y piratas.  
Las colonias empezaban a prosperar. Había nuevos matrimonios y cada vez eran más los indios que se evangelizaban y pasaban a formar parte de las colonias haciéndolas crecer rápidamente. Llegaron nuevos colonos labaadores a la Florida que reforzaba la autosuficiencia. 
Se ganó la confianza del monarca y en 1573 fue nombrado Consejero de Indias, por lo que le obligaba estar en la Corte. Sin embargo, su deseo era volver a La Florida. 

El 10 de febrero de 1574, Pedro Menéndez fue nombrado Capitán General de la flota que se estaba preparando en secreto para sofocar una revuelta en Flandes. Sin embargo, por la magnitud de la empresa, él sospechaba que era un proyecto mucho mayor. Fueron los planes iniciales para invar Inglaterra.

El 8 de septiembre de 1574 Pedro Menéndez de Avilés, por aquel entonces uno de los hombres más poderosos del Imperio, se encontraba mal y mandó llamar a los médicos. Tenía 55 años, pero su vida llegaba a su fin. Le diagnosticaron tabardillo maligno, lo que hoy en día se conoce como tifus exantemático. Una enfermedad incurable.
Quedó un escueto testamento fechado el 15 de septiembre en el que pedía lo siguiente:

  • Para sus herederos (mujer y dos hijas), su única propiedad: la casa de Avilés.
  • Ser enterrado en su ciudad natal de Avilés, en la parroquia de San Nicolás en el lugar reservado a los entierros de su familia, al lado del Evangelio, empotrado en la pared a seis pies de altura.
  • Encima de su tumba, su deseo es que figurara el escudo que a sus ancestros les otorgó el rey Fernando III el Santo por la conquista de Sevilla en 1248. En aquella ocasión, un avilesino iba al mando de un barco cuya proa, según la tradición, portaba una sierra con la cual embistió y rompió la cadena que unía dos castillos en las márgenes del río, permitiendo así la entrada a la ciudad por el río Guadalquivir. En la otra parte, seis cuervos.

 

El 17 de septiembre, fallecía en Santander pobre y con deudas, por haber costeado de su bolsillo la exploración de la Florida. Su muerte provocó el desmantelamiento de la escuadra de 300 barcos y 20.000 hombres por no haber nadie en quien confiar para llevar a cabo semejante empresa.

Uno de los mayores marinos que ha dado España apenas es conocido por nadie. No buscó riquezas ni gloria. Nunca sucumbió a los intentos de soborno por parte de franceses ni buscó el beneficio personal, anteponiendo el bien común, la convivencia con los pueblos indígenas y anteponiendo la paz entre los enfrentados.
No fue hasta 1917 cuando el pueblo de Avilés levantó una estatua en su memoria.
 

  • Pedro Menéndez de Avilés
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